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FELIP OLIVA
«Si quieres ser mi amo, recógela, yo no quiero que la dejes ahí». Ésta es una de las diversas leyendas que se podían ver impresas en los 200 banderines que los vecinos del Rafal Nou colocaron sobre otros tantos excrementos de perro diseminados por la barriada, cantidad insuficiente para señalar el total de heces caninas que ensucian las calles de esa zona de Palma.

A pesar de que en el barrio hay dos dispensadores de bolsas del Ajuntament y el operario de Emaya recoge una media de 300 excrementos diarios, la suciedad de las calles es patente.

La iniciativa surgió, tal y como explica Germán Terrón, presidente de la Associació de Veïns, a imitación de la realizada hace cinco meses en el granadino barrio del Albaicín. Terròs atribuye la incívica conducta a la «falta de responsabilidad» de los amos.