Los primeros marxaires llegaron a Lluc pasadas las seis de la
mañana del domingo tras una larga y dura marcha de 48 kilómetros en
siete horas. Poco después empezaron a llegar en mayor numero,
aunque también los hubo quienes no alcanzaron la meta hasta el
mediodía. Como viene siendo habitual en la década de los noventa,
los caminantes fueron principalmente jóvenes de entre 12 y 25 años,
aunque también pudo verse a gente más entrada en años que sigue
demostrando su fidelidad y cariño hacia esta marcha tan
popular.
Al llegar al monasterio los participantes, exhaustos y
somnolientos, se tumbaron gustasomente en los jardines del
Monasterio de Lluc, donde aprovecharon para echar una cabecita
junto a sus compañeros de trayecto, no sin antes recoger orgullosos
su merecido diploma. Los más perjudicados no lo dudaron y se
pasaron por la carpa instalada para la ocasión por el Colegio
Oficial de Fisioterapeutas de les Illes Balears, donde sus
castigadas piernas recibieron la bendición de un buen masaje.
La tradicional ofrenda a la Mare de Deu tuvo lugar a las 09.00
de la mañana. En el monasterio, Tolo Güell se refirió al incidente
acaecido durante la salida: unos fuegos artificiales habían salido
despedidos contra una persona causándole leves heridas en la
pierna. Y quiso agradecer a la Mare de Deu la protección, que según
él, evitó que la tragedia hubiera sido mayor. Los padres de los
Sagrats Cors recibieron del grup Güell una bonita bandera
mallorquina de cristal con la leyenda «30 años de pujada a Lluc», y
tras dedicar unas palabras pasaron a cantar a la Mare de Deu
acompañados por el público. La ceremonia finalizó con la entrega de
un presente floral a la imagen de la Virgen María.
Jonás Climent
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