Aprimeros de este mes el ministro de Economía, Rodrigo Rato,
avanzó lo que serán las bases económicas de los Presupuestos
Generales del Estado para el año 2004, a presentar el próximo
septiembre. En realidad, pocas novedades y una cierta sensación de
ese «más de lo mismo» que se le viene achacando desde hace tiempo
al titular de Economía.
Rato especula mucho más de lo que demuestra, algo que en materia
económica suele conducir a chascos monumentales; anticipa lo que
cree que va a ocurrir pero no explica cómo ni por qué. Lo que ha
llevado a los expertos a plantear serios interrogantes, pese al
corto plazo de tiempo transcurrido desde el anuncio de las
previsiones. El plan del ministro apuesta por la demanda interna,
especialmente en materia de consumo, con especial incidencia en el
consumo de productos importados y en el mercado inmobiliario.
Ya se propuso lo mismo con anterioridad, anunciándose para el
2003 un crecimiento económico del 3%, reconociéndose ahora que todo
ha quedado en un 2,3%, sin que se expliquen las consecuencias que
va a tener este crecimiento menor que el previsto. Rato confía
ciegamente en el aumento del consumo de los hogares, pero no tiene
en cuenta que el aumento previsto en este sentido ya se ha
producido este año 2003, por efecto de las rebajas fiscales, y que
por tanto no cabe contar gran cosa con él para el año próximo.
Confía igualmente en la recuperación del comercio internacional,
cuando la tasa de crecimiento de las importaciones se halla
contenida prácticamente a la fuerza. Confía en la construcción,
argumentando que se construirán en el 2004 tantas viviendas como en
el año en curso, o que se iniciará tanta obra civil, cuando el año
próximo no es preelectoral una baza segura al respecto sino
electoral. En suma, Rato confía y confía, sin darnos demasiados
argumentos para que alimentemos dicha confianza.
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