La playa de Cala Major representa el retrato cronológico de la
evolución que han experimentado los alrededores de Palma en el
último siglo. Aquí se erigió en 1906 el primer hotel sobre un
acantilado, el Príncipe Alfonsa, cuyo precioso edificio modernista
ha llegado algo mutilado a nuestros días, adaptado como viviendas y
restaurante. Por aquel entonces este lugar era una costa salvaje
bordeada por campos de cultivo bajo los terrenos de la possessió de
Son Boter, del siglo XVII, que acogió durante los años 50 el
estudio del pintor Joan Miró.
Durante los años 30 Cala Major ya era una playa turística muy
popular entre los moradores de las villas residenciales que se
construían en las inmediaciones, cuyo valor arquitectónico ha
merecido su catalogación, tal es el caso de la modernista Can
Bennassar. Otras, por desgracia, sucumbieron a la fiebre de los
bloques de apartamentos, como fue el caso de la mansión que se
levantaba sobre epujolar.
Durante los años 40, Obras Públicas construyó la monumental
escalinata de piedra seca frente a la torre regionalista de
Binimar, que comunica con Son Matet, y ya entrados los 50 abrió sus
puertas el hotel más elegante de la playa, el Nixe Palace,
destinado al turismo de élite. Con los años 60 llegó el turismo de
masas y Cala Major se llenó de bares, tiendas de souvenirs y
comercios de todo tipo. Con el turismo escandinavo se vivió la
última época dorada que sucumbió en la decadencia de los años 80.
Superada aquella crisis, esta zona turística ha perdido tal
condición y la mayoría de sus hoteles, para ser un barrio
periférico de Palma, con una contrastada saturación de edificios y
carencia de zonas verdes.
Gabriel Alomar
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