Camp de Mar es, en esta fotografía tomada por Planas Montanyà,
la idílica cala del término de Andratx que fue paisaje admirado por
muchos artistas. Era, éste, el núcleo originario del que se
desarrollaron, a levante y poniente, las urbanizaciones de
Biniorella, es Salinar y Cap Andritxol. Los promotores de
Biniorella fueron Lorenzo Jaume Rosselló y Bartolomé Darder Hevia y
los planos se aprobaron en dos fases, en 1959 y en 1983. Los
promotores del núcleo original, aprobado en 1967 y 1988, fueron el
ayuntamiento de Andratx y la Dirección de Costas.
Las antiguas casas de la zona eran unifamiliares y se levantaban
cerca del aquel señorial hotel de 1930 rodeado de grandes pinos y
campos de árboles frutales. Hoy, a su vera, se levantan grandes
moles de cemento que conforman una masificada urbanización repleta
de bloques-colmena. Los tiempos cambian que es una barbaridad y
Dorint Hotel & Resorts SA ha decidido dar paso a un colosal
campo de golf que atraiga a más turistas hacia aquella zona
andritxola pensando que los terrenos vírgenes que le circundan, así
como su fauna y flora, son obstáculo para ejercer de gallinas de
los huevos de oro del turismo.
Tres son los hoteles de Camp de Mar. Según nos cuenta Toni Ramón
del Riu Camp de Mar, el hotel más antiguo de la zona, el hotel
Playa Camp de Mar, resta igual que cuando fue construido. El hotel
Riu Camp de Mar fue el antiguo hotel Camp de Mar, propiedad de la
sra. Capllonch y que hoy pertenece a la familia Oliver. Situado en
un hermoso saliente rocoso, al antiguo hotel Camp de Mar le
llamaban «el pequeño Formentor» por su similitud con aquel. La
familia Oliver, muy a sabiendas de lo que hacía, lo derribó y
transformó en el gigantesco hotel que es hoy y que poco recuerda al
bucólico y entrañable de entonces.
Si nos atenemos a la imagen de ayer de Planas, comprobamos que,
con los años, se ha respetado el llamado «Bar de la Isla», ese
característico bar situado sobre el islote al que se accede a
través de una pasarela de madera, último vestigio de una playa que
en poco se asemeja hoy a la de antaño. La fiebre constructora, como
diría mi colega Gabriel Alomar, «llega a tal extremo que se lleva
por delante el propio entorno de un lugar emblemático».
Eugenia Planas
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