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La aprobación del Plan Territorial de Mallorca por parte del Consell es de por sí una buena noticia, sin tan siquiera entrar a analizar su contenido. El Plan se convertirá en la herramienta definitiva que permita ordenar el territorio de Mallorca superando la etapa de hiper producción de leyes urbanísticas que ha caracterizado la acción política del último decenio. Balears en general y Mallorca en particular no pueden seguir ordenándose a base de parches legislativos que lo único que han conseguido, en la mayor parte de los casos, es crear inseguridad jurídica y hacer que los empresarios aceleren el proceso de construcción para eludir las medidas de contención urbanística que periódicamente se han ido anunciando. El Plan dotará a Mallorca de un corpus legislativo claro y unitario que acabará con la dispersión normativa que existe en la actualidad.

El análisis del contenido del Plan contiene ecos esperanzadores. Mallorca, como territorio limitado y frágil, no puede seguir creciendo indefinidamente. El Plan frena ese crecimiento que en los últimos años ha dibujado en Mallorca un paisaje de grúas, y fija unos límites a la construcción desordenada que parecen razonables. Cuestión diferente es analizar si algunas propuestas del Plan, como la construcción de nuevas autopistas, casan con la sostenibilidad del crecimiento urbanístico que busca el Consell.

Pero tal vez el aspecto más novedoso sea la creación de áreas de reconversión territorial, lo que abre una vía moderna en el urbanismo que entronca con la filosofía del reciclaje del territorio, de reutilizar lo que ya existe. Pero esta moderna visión de la reutilización territorial también tiene sus claroscuros si a la par condena a ser urbanizados territorios que hasta ahora habían sido preservados.