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De no haberse casado con un prestigioso periodista francés, especializado en Medio Oriente, seguramente Geneviève Chauvel no hubiera estado en los frentes más emblemáticos de medio mundo allá por los años 60 y 70. «Jean Francoise, mi marido, estaba acostumbrado a viajar solo, y yo no me quería quedar en casa durante mucho tiempo. Así que un buen día se lo planteé. A él, en principio, no le gustó, pues pensaba que una mujer en esas misiones era un peso terrible y que además tenía miedo. Yo le contesté que no, que asumía el riesgo. «Quiero ser tu complemento -le dije-, como a veces te llevas a un fotógrafo, no lo hagas más. Llévame a mí». Le convencí y me dio la vieja Canon que tenía, diciéndome: «Piensa que la mejor foto periodística es la que no necesita texto para explicarla. Es la que habla sola».

Geneviève Chauvel, que en estos días tiene expuestas en la Casa Municipal de Cultura de Felanitx algunas de las mejores fotos que ha hecho a lo largo de su dilatada carrera de fotoperiodista y que pronunciará el próximo viernes una conferencia, Nacimiento del nuevo orden mundial vivido desde dentro, algo muy oportuno con la que está cayendo en Oriente Medio (Israel, territorios ocupados, e Iraq, por poner tres ejemplos), vive en Cala Ferrera, rodeada de libros -es también escritora-, fotografías y, ¿por qué no?, muchos recuerdos. Con un castellano muy claro, nos dice que los primeros reportajes que hizo como fotoperiodista de guerra fueron en Vietnam, «en el frente, donde por primera vez sentí el miedo, sobre todo por los tiros que van y vienen de todas partes, pero una vez acostumbrada a ello, fue pasar del tener miedo a no pensar en él. También comprendí que una vez allí, en el frente, ya no era posible la vuelta atrás». Luego tuvo otro miedo, el de escribir. «Fue cuando me pedían que escribiera sobre mis fotos. Como mi marido era muy bueno escribiendo, yo pensaba que no lo haría bien. Pero con el tiempo, y a base de escribir, fui aprendiendo. Así que desde entonces hacía las fotos y escribía los textos». Eran tiempos en los que apenas había mujeres corresponsales de guerra. «No como ahora, que como hemos visto, tanto en Afganistán como en Irak, sí las hay. Ahora la cosa está más democratizada en este aspecto; no como antes, que parecía que este trabajo sólo lo podían hacer los hombres. Recuerdo que en mi época había unas norteamericanas muy buenas, una francesa, Catherine Loroy, muy conocida... Seríamos entre cinco y diez». ¿Peligros? Muchos, y de todas las dimensiones. El primero, naturalmente, en Vietnam. «Una noche nos detuvimos en una base norteamericana para descansar. Tras cenar, me desvestí y me metí en la cama a dormir. De pronto, en la madrugada, sonaron las sirenas advirtiendo los bombardeos de los Vietcong. Si me había tomado bastante tiempo en desvestirme, en un minuto me vestí, me puse las botas, el chaleco antibalas, el casco, y salí corriendo en dirección al refugio subterráneo. Ese día me juré que nunca más me desvestiría en zona peligrosa, que dormiría vestida». Geneviève está de acuerdo en la teoría de Kapa, la de que si la foto está mal hecha es porque el fotógrafo está lejos. «A la foto -dice- hay que sentirla, hay que concebirla antes de hacerla. Antes de pulsar el botón debes verla hecha».Siempre usó Canon hasta que descubrió Nikon. «Para mí, la mejor que he tenido ha sido la FE. Y siempre trabajé en manual hasta que apareció el motor. En cuanto a la película, para color utilicé la 100 ASA y la 400 para blanco y negro, a veces forzada a 1.200. ¿Que cómo resulta más una foto de guerra? Para mí, sin duda, en blanco y negro. Las de la exposición, todas son en blanco y negro. La foto que le hice a Arafat en una cueva, y que me publicó a doble página el «París Match», fue hecha sin flash, contando sÓlo con la luz de la lámpara que tenía sobre su mesa. Utilicé película 400 ASA forzada a 1.200. Reconozco que me salió una foto bastante buena, con muchos detalles a pesar de las malas condiciones de luz». De entre los personajes que ha entrevistado, y fotografiado, tal vez los que más le han impresionado han sido el Negús, Gadaffi, Hussein de Jordania, Ben Gurion... Y entre los que menos «... no es correcto decirlo, pero puede que el presidente de Vietnam, Nguyen Van Tyeu, no fuera un hombre políticamente fuerte». Geneviève está de acuerdo en que una buena foto puede mejorar el reportaje y que éste, sin fotos, resulta soso y poco atractivo. «Como una paella sin marisco», le digo, y ella asiente, «como una paella sin marisco, sí». Recuerda que en una ocasión tuvo la suerte de entrar en el palacio del rey Faisal de Arabia Saudí y entrevistar a su esposa, la princesa Eifat, «cuyo rostro estaba completamente cubierto por un velo. La costumbre de aquel país es que la mujer no pueda ser fotografiada, y a pesar de que yo intenté convencerla para que se dejara hacer una foto, no lo logré. Entonces mandé la entrevista, la primera que se le hacía a esta mujer, a «Vogue», pero no la quisieron publicar porque no había foto. «Pues hagamos una foto robot de ella», propuse. Pero no quisieron».

Pedro Prieto