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El pasado 18 de mayo murió el obispo Teodor Úbeda dejando un gran trabajo y, sobre todo, un estilo inspirado en el Concilio Vaticano II. Ahí están el Projecte Home, la Fundació Deixalles, el trabajo de Miquel Barceló en la Catedral, el impulso al ecumenismo y al laicado, y el intento frustrado de crear la Provincia Eclesiástica de les Balears... Una forma de ser que después de 31 años ha creado 'escuela'. Ahora, cuando la Iglesia de Mallorca espera la decisión de la Santa Sede sobre quién será el nuevo obispo, nos preguntamos cómo es el ambiente que se respira entre quienes procuran que la Diócesis de Mallorca siga funcionando.

Nadie mejor que Andreu Genovart, administrador diocesano y gran amigo de Teodor Úbeda, para describir el sentir del equipo humano que se ha ido tejiendo a lo largo de más de tres décadas. «La Diócesis en estos momentos vive fuera de tensiones, es un tiempo de espera en la confianza y la fraternidad. En el que las cosas ordinarias siguen su camino», aseguró Genovart quien no cree que el nuevo obispo sea mallorquín: «No tendría experiencia y el listón que dejó Teodor Ubeda está muy alto. Además, sería uno más entre hermanos, le faltaría la autoridad moral inherente al cargo».

Para Genovart «todo cargo ha de ser asumido con vocación de servicio a la comunidad cristiana, algo que nos hace pasar por encima de nuestras aficiones y gustos personales. Desde luego yo viviría mejor siendo el rector de un pueblo».