Unió Mallorquina afronta hoy una de las citas congresuales más
importantes de los últimos años, tras dos décadas de una apacible
vida interna favorecida por los crecientes resultados en las urnas.
En un congreso en el que por primera vez en muchos años surgen
planteamientos divergentes, Maria Antònia Munar tiene el deber de
mantener su pacto con Jaume Matas y convertir el Consell de
Mallorca en el contrapeso al omnímodo poder del PP, sustanciado en
las mayorías absolutas en Cort, el Consell d'Eivissa y el Parlament
balear.
El 25 de mayo dibujó un panorama político de mayorías absolutas
y ésa es la realidad, guste o no guste. No en Mallorca, donde UM
tiene la oportunidad histórica de ejercer una gestión responsable
en el Consell. Así es como los nacionalistas pueden marcar
distancias con el PP y apostar por una política de centro y
moderada que conserve la esencia del nacionalismo, que ponga
énfasis en la lengua y en la cultura propias y que permita
solucionar problemas de infraestructuras que Mallorca arrastra
desde hace decenios.
De lo contrario, si UM cae en la deriva de escuchar cantos de
sirenas de un sector minoritario, se corre el riesgo no sólo de
provocar una peligrosa inestabilidad institucional sino, como
consecuencia de ello, de favorecer una involución del insularismo,
que se traduzca en la recuperación de competencias por parte del
Govern. UM debe seguir el único camino posible: mantener un
gobierno centrado en el Consell, que marque ese contrapunto al
panorama de mayorías del PP que los ciudadanos de Mallorca
decidieron con su voto. Y todos los militantes de UM, sean de un
sector o de otro, tienen la obligación de apoyar a la dirección del
partido que salga elegida en el congreso.
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