El primer obispo de Mallorca fue Ramón de Torroella, que estuvo en la sede episcopal desde 1238 hasta 1266. A éste le siguieron Pedro de Morella (1266-1282), Ponce de Jardi (1283-1303) o Guillermo de Vilanova (1304-1318). Inicialmente los obispos eran de procedencia catalana. Uno de los primeros que fue oriundo de Mallorca fue Pedro de Cima Riera, que estuvo en su cargo entre 1377 y 1390.
En el siglo XVI la Isla tuvo también obispos italianos como Agustín Grimaldi, obispo número 26 de Mallorca, oriundo de Génova (Italia) que, a decir verdad, nunca estuvo en la Isla. Se limitaba a cobrar los emolumentos de la mitra.
A éste le sucedió Gian Battista Campeggio, hijo ilegítimo del cardenal Campegio. El palmesano Simón Bauzà Salas fue el obispo número 31 de la Isla y fue él mismo quien amplió el Palau Episcopal y construyó un salón en cuyos muros colocó los retratos de todos sus antecesores (aunque no son retratos auténticos, sino versiones o adaptaciones). Fue una persona recordada también por su generosidad y por sus inquietudes.
Durante los siglos XVII y XVIII la Isla se «castellaniza». También sus obispos. Francisco Antonio de la Portilla nace en Burgos, Juan Fernandez Zapata en Soria, etc... Fue una época en la que se comenzó a polemizar sobre Ramon Llull, con numerosos defensores y detractores.
Llegamos a la época moderna con uno de los religiosos más recordados: el obispo Campins, que estuvo al frente de la Iglesia desde 1898 hasta 1915, en lo que puede calificarse como una auténtica etapa de renovación. Los últimos obispos que ha tenido la Isla han sido Rigoberto Domenech Valls (1912-1924); Gabriel Llompart i Jaume (1925-1928); José Miralles Esbert (1930-1947); Juan Hervas Benet; Jesús Enciso Viana (1955-1964); Rafael Àlvarez Lara (1965-1972), Teodor Úbeda (1972-2003) y, ahora, Jesús Murgui Soriano.
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