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Dos de los tradicionales portadores de los once Caparrots de sa Pobla bailarán por última vez en la fiestas de Sant Antoni el próximo fin de semana. El próximo viernes, después de las Completas, se elegirá a los dos que entran y a los dos que salen. Después de 51 años de tradición, el Consistorio ha introducido varias modificaciones en los estatutos para que esta tradición, muy arraigada en la localidad, sea de todos los poblers. El cambio permite elegir democráticamente a los nuevos miembros de la comparsa, que además, por primera vez en la historia, podrán ser mujeres. Al son del pasodoble Jo i un pastor, que anuncia a poblers y visitantes la llegada de las fiestas de Sant Antoni, los once caparrots volverán a animar este año la Nit Bruixa de sa Pobla y la festividad del patrón.

El trío de los hermanos Marx, la pareja de negros, el dúo de turcos, el de los payasos y los dos guardianes son los personajes que, bajo la tutela deMestre Jaume Caldés, desde hace 38 años, danzan ante los presentes el baile que viene realizándose desde el año 1953 en su forma original. «No importa los años que han pasado», asegura emocionado Jaume Caldés, «lo que se siente cada vez que los veo bailar es inexplicable».

Caldés comenzó a bailar como caparrot cuando tenía 15 años. Ahora, a sus 54 años, asegura: «Si pudiera, seguiría bailando. Es una tradición que se lleva muy dentro, tanto, que cuando los estoy vistiendo me entran ganas de bailar». A pesar de la nostalgia de portar a Groucho Marx, ecaparrot principal de la comparsa, Jaume Caldés, asegura que se siente muy orgulloso de ver ahora a su hijo Tomeu vestir este cabezudo. No olvida eMestre recordar el esfuerzo que hacen los once jóvenes para no defraudar a los poblers y foráneos. «El baile requiere mucha concentración y esfuerzo. No es sencillo bailar la noche de la revetla, disfrutar de la Nit Bruixa y estar despejado el día de Sant Antoni. Pero merece la pena», asegura Caldés. Los caparrots llegaron a sa Pobla en 1952, cuando el Ajuntament, a través del secretario municipal, Alexandre Cuéllar, compró los primeros siete ejemplares procedentes de Catalunya.

Elena Dávila