Llegaron a Ushuaia Juan Cabrer y Daniel Eldeguer, y con ellos
mis maletas y las ensaïmades que en Miquel des Forn de sa
Pelleteria me entregó para que se las regalara en su nombre a la
tripulación del Snooty Fox, que dicho sea de paso dio buena cuenta
de ellas en el desayuno de la mañana siguiente, a poco de partir
con destino a Port Williams, la ciudad más austral del mundo, a una
hora de viaje de donde nos encontrábamos. Como cada mañana desde
que ando por estos pagos, en compañía de Manuel Hernández,
empresario mallorquín (hotel Paraíso, de Alcudia y Casa del Cerdo,
de Palma, además de propietario de una funeraria, entre otros), me
acerqué hasta el pequeño club náutico para despedir al Snooty y a
su gente.
Hernández, que ha viajado hasta aquí para conocer personalmente
a Sinto Bestard, cuya aventura ha seguido desde que la comenzó en
Palma, y de paso a meditar y a echar un vistazo a este lejano
lugar, «pues -me dijo- uno que está metido en negocios ha de
procurar saber cómo andan las cosas en todas partes, y por lo que
he visto de Ushuaia en los días que llevo aquí, creo que hay futuro
en este lugar, sobre todo turístico, pues está a tope de gente»,
quiere también despedirse de los navegantes. Desde el muelle de
madera, aguantando una ventolera de espanto, observamos la
actividad que hay a bordo a fin de dejarlo todo a punto para la
partida. Todos están haciendo algo, y la que más, Sonia, que está
claro que no ha venido a este lugar del mundo a hacer turismo, sino
a currar como otro cualquiera. Cabrer y Eldeguer, metidos desde
primeras horas de la mañana en el mono de faena, tampoco permanecen
inactivos.
A Sinto, con quien hemos departido antes de que subiera a bordo,
le hemos deseado toda la suerte de este mundo. «Cuando regresen a
Mallorca -le dice Manuel Hernández- me gustaría verlos por mi
restaurante. Les prepararé una cena que no olvidarán nunca»; Sinto
agradece la invitación, «por supuesto que iremos, pero aún pasarán
algunos meses». Apura los último minutos en tierra contándonos
algunos detalles del viaje recién culminado con éxito a la
Antártida. «De él me quedo con todo. Es algo inenarrable.
Inolvidable».
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