Una de las preocupaciones seculares de los habitantes de estas
islas ha sido siempre la educación y la elección de centro para
escolarizar a los hijos, un proceso que se ha visto dificultado
últimamente todavía más con la llegada de grandes oleadas de
inmigrantes, que constituyen ya el diez por ciento de la población
escolar. La educación pública ha tenido siempre algunos déficits
que era necesario atajar. Y así lo ha entendido el Govern, que ha
anunciado un ambicioso plan -algunos de sus apartados fueron
diseñados en época del Pacte de Progrés- que llevará a cabo la
construcción de 57 nuevos centros educativos en Balears en un
período de ocho años.
Pero el proyecto tiene una segunda lectura, ya que sólo dotando
a la comunidad de los centros escolares necesarios podrá hacerse
realidad la promesa electoral del Partido Popular de libre elección
de centro educativo que hoy nos resulta utópica.
Está claro que en Balears prima la enseñanza privada porque la
pública ha estado poco cuidada durante décadas. Hoy las cosas
pueden empezar a cambiar y si, verdaderamente, las infraestructuras
educativas públicas reciben el espaldarazo que merecen y los
colegios se ponen a la altura de concertados y privados, la
elección de colegio por parte de los padres será menos
traumática.
Otro dato a tener en cuenta son las inversiones prometidas en
conservatorios y escuelas de idiomas y de diseño, una buena
alternativa a esa penosa decisión de la Ley de Calidad de la
Enseñanza que recorta las horas lectivas que nuestros hijos
recibirán en materias artísticas como la música y la plástica. Una
línea errónea que alejará todavía más a los pequeños de convertirse
en adultos cultos y con sensibilidad.
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