En la 109 promoción de la Guardia Civil se presentaron alrededor
de 7.500 aspirantes para cubrir 2.100 plazas. De los aprobados, 28
son de Balears, de los cuales la mitad, 14, han nacido en Mallorca,
algunos de ellos son hijos de guardias civiles, como por ejemplo
Francisco Cubero, que presume de que su padre está desde hace 40
años en el Cuerpo -ahora destinado en Palma, en Atestados-, pudo
haber hecho el ingreso través de Guardias Jóvenes, «pero cuando
pude hacerlo por edad, estaba en el Ejército, como soldado
profesional».
La academia de la Guardia Civil está en Baeza, según entras a
mano derecha. Se ve a simple vista, pues es un grupo de edificios,
rodeados por una valla metálica, que a la fuerza llama la atención.
Además, en la fachada lo identifica claramente. De la mano del
guardia Antonio Pérez, que estuvo en Mallorca por espacio de siete
años, de ellos cinco de soltero y dos de casado, recorrimos el
lugar, limpio como una patena, donde la actividad no cesa ni un
instante. «Aquí es imposible despistarse -nos comenta Pérez yendo a
la galería de tiro, donde José Madrid, domiciliado en Palma hasta
que ingresó en la academia, está intentando afinar su puntería para
dar en el interior de la silueta, cosa que consigue-; todos tienen
una misión concreta a lo largo del día.
O estudio, o clase, o gimnasia, o tiro», cosa que comprobamos
durante la mañana, pues si tratas de localizar a fulanito o
menganito, lo más práctico es acudir a su compañía y en ella, sobre
eplanning, enseguida te lo dicen. «¿Por dónde anda Pedro Cifre?»,
le pregunta al alférez Antonio Pérez. «Tenía clase de gimnasia,
pero está con los de mantenimiento en el edificio de mando». Y ahí
estaba, efectivamente, ayudando a colocar la alfombra a lo largo de
la escalera que conduce al piso superior.
Pedro Prieto (Jaén)
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