Durante las horas que hemos permanecido en la Academia de la
Guardia Civil hemos detectado varias cosas, pero sobre todo dos nos
han llamado poderosamente la atención. En primer lugar, que los
tiempos han cambiado para bien en la Guardia Civil, sobre todo a
nivel cultural. Hoy día, el guardia nada tiene que ver con el de
antaño. Antes, a la hora del ingreso se le exigía poco. Las cuatro
reglas y algo de cultura general. Hoy, las pruebas a superar en el
ingreso no son fáciles, al igual que las materias que se imparten
durante el curso. Y aunque entre la colonia mallorquina no hay
ninguno, en Baeza hay licenciados que en menos de un año serán
guardias civiles. En cuanto al nivel académico de los profesores
-todos son guardias civiles excepto los de idiomas-, es también
alto.
Por otra parte, nos ha sorprendido ver que gran número de
futuros guardia civiles, y aquí incluimos a los de Balears, han
sido antes soldados o marinos profesionales. Entre ellos, Joan
Garcías, Lorena Briones, Elisabet García, Francisco Cubero y Juan
López, que además trabajó en seguridad. ¿Que a qué ha sido debido
el cambio? Pues a que, en líneas generales, el Ejército no ha
cubierto sus expectativas, aparte de que el sueldo, pese a que
Trillo lo ha subido últimamente, sigue siendo exiguo y no da para
vivir, y mucho menos si te casas y tienes familia.
¿Por qué dejé el Ejército?
Joan Garcías ingresó a los 15 años en el Politécnico, a los 18 le
destinaron a la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares, donde
estuvo cuatro años, con un periodo de tiempo en misión en el
extranjero. «Como no podía acceder a suboficial, lo dejé y me fui a
la vida civil, donde hice el grado superior. Reingresé en el
Ejército del Aire, pero como no me valió la antigüedad, hice
oposiciones a la Guardia Civil, donde el sueldo es mejor, y una vez
que superas el periodo de prácticas, tienes un contrato de por
vida».
Elisabet García es de Alicante, «aunque pasé cuatro años como
soldado profesional en Palma, en la base General Asensio. He
cambiado el Ejército por la Guardia Civil, entre otras cosas porque
tiene más salidas y el salario es mayor».
Además de porque considera que el sueldo es mejor, para Juan
López, sin antecedentes familiares en la Guardia Civil, las
expectativas que ha encontrado en este cuerpo son mayores que las
que ofrecía el Ejército, «donde además, si no asciendes, a los 30
años te puedes quedar en la calle. Y por supuesto, me interesa más
ser guardia civil que agente de seguridad, contra los que nada
tengo».
Francisco Cubero es hijo del cuerpo. Su padre está destinado en
Palma, en Atestados. En estudios llegó sólo a Secundaria, «que hice
en el instituto de Son Rullán». Fue militar profesional. «A los 18
años hice la mili, y como me gustó la vida militar, me metí a
profesional. Permanecí tres meses en Alicante y luego me destinaron
a Palma, en Artillería. Estuve bien, el trato era excelente, pero
no se puede vivir con el sueldo que te pagan. Entonces,
aprovechando las ventajas que teníamos para entrar en la Guardia
Civil, hice la oposición y lo conseguí. Nada tengo en contra del
Ejército, donde, repito, me trataron muy bien, pero la Guardia
Civil te da más seguridad, aparte de que al ser mi padre guardia,
el cuerpo tira de uno».
Pedro Cifre es de Inca. Ingresó como profesional en la Armada y
estuvo destinado en la base de Portopí durante un periodo de tres
años. «Dejé la Marina porque a la hora de promocionarse es un poco
complicado, y encima te puedes ir de la Isla. En cambio, la Guardia
Civil, donde, dicho sea de paso, no te regalan nada, pues hay que
estudiar mucho, te da estabilidad y oportunidades. A mí,
sinceramente, me atrae mucho especializarme en cualquier actividad
que tenga que ver con el mar. Aunque he nacido en Inca, lejos del
mar, al ser isleño éste nos atrae a todos. Aparte de que mis padres
tienen una casa en Barcarés, en la que suelo pasar los veranos.
También suelo ir a pescar mucho con mi padre».
Por último, Lorena Briones se pasó cinco años y medio de su vida
como soldado profesional -graduación de cabo- en Palma, en la base
General Asensio. Durante este periodo estuvo en misión especial en
Sarajevo. «Dejé el Ejército tras haber cumplido todas mis
expectativas, e ingresé en la Guarda Civil, donde creo que he
encontrado estabilidad en muchos aspectos, y donde además puedo
promocionarme. ¿En qué? En desactivar explosivos». Una vez que sea
guardia civil, quiere ir destinada a Palma. Reconoce que es una
ciudad cara, «sobre todo en el tema de la vivienda, pero tiene una
calidad de vida como pocas ciudades españolas». Dice, por último,
que le atrae más la Guardia Civil que la Policía Nacional «porque
aquélla es más militar». En cuanto a la vida de un alumno en la
academia de Baeza es muy simple, incluso diríamos que un tanto
uniforme. Salvo que a diario cambian los temas y los ejercicios
físicos, lo demás es prácticamente lo de siempre. Se levantan
temprano, arreglan sus habitaciones, desayunan e inician las clases
a las 8.25 horas. Antes del almuerzo hay un descanso. Durante la
tarde siguen las clase, que terminan a las 18.50 horas. Finalizada
la clase, pueden salir a dar una vuelta por Baeza hasta la hora de
cenar. Luego, si alguien lo desea, puede seguir estudiando, siempre
en el aula, ya que en las habitaciones, al ser de seis o de doce,
hay que respetar el sueño de los otros. Naturalmente, lo de salir a
diario no puede ser, «pues -nos explicaba Francisco Callado, que
estuvo en la Comandancia militar de Balears, en el gabinete de
prensa con el teniente coronel Ortiz- son muchas las materias, lo
que te obliga a estudiar bastante».
Por último, una anécdota. Decíamos que los tiempos en la Guardia
Civil han cambiado. ¡Y tanto! No sólo en el aspecto cultural, sino
también en el humano. Hoy es muy normal que en el cuerpo haya
mujeres, como también gitanos, sus enemigos en tiempos pasados. Es
más, ¿les cuento una cosa? El que vende lotería en la academia lo
es. Pasa que el muy joío -cuentan por allí- no les ha dado nunca un
premio gordo.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.