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De Dantu a Yi Wu, según se dice la ciudad más industrial de Asia, tuvimos que deshacer el camino. Tras regresar a la provincia de Shanghai, y bordear la gran urbe, tomamos la dirección sur y recorrimos otros doscientos kilómetros a través de autopistas, posiblemente las más rectas y seguras de mundo -a pesar de la locura de algunos al volante, sobre todo los conductores de los viejos camiones de color azul, que a nada que la Mercedes comience a fabricar en China serán sustituidos por otros de esta marca más rápidos y seguros-, con una frondosa y muy bien cuidada vegetación a ambos lados.

En una estación de servicio entre Shanghai y Yi Wu recogimos a los porrerencs Ballester y Rosselló, que se mostraron muy satisfechos tras haberse entrevistado en la víspera con autoridades y miembros del colegio de arquitectos de Haimen. «Por lo que nos han contado -señaló Ballester-, parece que nuestro producto de Porreres, que será el que fabricaremos aquí en el caso de que nos instalemos, les interesa. Nos han pedido que les mandemos unas muestras, así como el correspondiente certificado que garantice que son aptos para resistir seísmos. Si lo aceptan, tendremos que dar el segundo paso. Buscar a un chino de confianza, enseñarle cómo funciona el negocio, por lo que se pasará una temporada en Porreres, aprendiendo, ya que esta persona será clave para que todo salga bien, puesto que nosotros no podremos estar siempre en Haimen».

Al igual que en la víspera hicieron Codolá y Mateu, también preguntaron de qué modo, en el caso de que haya ganancias, éstas se pueden transferir a España, «pues está claro que si invertimos aquí es para ganar dinero». Pero no hubo respuesta. «Lo mejor en este caso -había apuntado días atrás Manuel Rodríguez- es contactar inversores valencianos o catalanes y preguntarles cómo lo hacen. Porque seguro que ellos saben cómo». Por lo demás, los cuatro socios quedaron en verse en Palma en fechas próximas, para decidir.

Pedro Prieto (China)