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Su hogar se halla entre las ruinas de un antiguo hostal de s'Arenal que ocuparon hace 15 años, aprovechando que estaba vacío. No era la primera vez, puesto que encontraron el refugio provisional al ser desalojados de las casas que ocupaban en Es Molinar, que fueron demolidas para la reforma de la zona. Ahora están en las mismas. Los propietarios quieren ejercer sus derechos, y la familia Campos Suárez está pendiente de la decisión judicial y municipal. Tienen a su favor el apoyo del vecindario. Al levantar la vista para abarcar la fachada, se siente un escalofrío sólo al pensar en cómo es posible que cinco familias, con sus hijos pequeños, estén habitando aquella ruina.

«Es lo que tenemos, porque nos echan de todas partes», explica Santiago Campos, que a sus 58 años es el patriarca. Viven en la planta baja, en unas habitaciones que han amueblado con lo necesario, y que sorprenden por su limpieza y orden, que contrasta con el desastre más contundente de las demás dependencias de las plantas superiores. Las recorremos con Fernando Campos, y el vecino, Joan Padilla. Hay que hacerlo con precaución porque hay escombros, y peligrosos agujeros en el suelo, o el techo según se esté arriba o abajo.

Desde la tercera planta nos asomamos a lo que era la piscina y que ahora es un auténtico estercolero del que sobresale un pino de grueso tronco inclinado casi paralelamente al suelo y que muestra una copa verde como si quisiera dar muestras de que sobrevive a toda aquella inmundicia que llena de olores, ratas y mosquitos los otros jardines colindantes. Todavía no saben nada de la decisión municipal de alojarlos en otras casas. Y no les importaría la dispersión, «con tal de un mejor acomodo para los hijos», a pesar de que prefieren quedar en la zona, «porque nuestros hijos tienen aquí el colegio y a sus amigos. También es por aquí por donde trabajamos con lo de la chatarra. Si nos mandan a otro lugar, estoy segura que hasta añoraríamos el hotel Isel, por todas esas cosas», dice Ana Dolores.

Pep Roig