De manera no poco decisiva, ha contribuido a operar semejante
metamorfosis la efeméride del sesquicentenario del doctor Mateu
Orfila. Aunque concluyan otras causas importantes, esta efeméride,
además de darle ocasión de proyectarse ante la opinión pública con
nueva savia, también le ha brindado la ocasión de romper el corsé
puramente mallorquín -y aún específicamente palmesano- al que
permanecía constreñida, diríase que maniatada de años ha.
Una expedición balear promovida por la RAMIB ha querido
conmemorar el ciento cincuenta aniversario de la muerte de Mateu
Orfila Rotger (1787-1853) acudiendo a la ciudad de sus glorias
científicas y universitarias: la ciudad de París, donde desarrolló
su memorable obra en la primera mitad del siglo XIX. También es
París el lugar en el que reposan sus restos mortales. El destino,
pues, resultaba ineludible. Así lo entendió la Acadèmia. Para ello,
durante varios meses de mantener encendida la antorcha, la
corporación médica ha movilizado a las instituciones autonómicas
(el Govern, en concreto) y a las menorquinas (Consell Insular y
Ajuntament de Maó, donde había nacido tan insigne personaje).
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