Esta madrugada, a las 2.57 horas, ha comenzado el verano. O sea,
que más que nunca ha venido y muy pocos se han enterado de cómo ha
sido, puesto que la mayoría dormíamos y al levantarnos nos hemos
encontrado con que ya estaba entre nosotros. Pues venga,
¡bienvenido sea! Y si por mí dependiera, que sea un verano ni tan
caluroso como el anterior ni tan lluvioso como el de 2001.
Moderadito en todo, más bien.
Por lo demás, y a lo que la clase periodística se refiere, es,
de momento, un verano incógnita en el que prácticamente parece que
todo girará en torno a los príncipes de Asturias -¿qué harán? ¿qué
dejaran de hacer? ¿pasarán muchos días en Marivent? ¿los veremos en
la calle como en Cuenca....?- y a la Olimpiada de Atenas, a la que
acudirá como espectador algún miembro de la Familia Real, si es que
no lo hace toda al completo. Pero ésas son otras historias que
cuando lleguen ya las contaremos... si nos enteramos.
Mientras tanto, concentrémonos en Natalia Novel. Preciosa, ¿no?
Aunque ignoraba el dato de la entrada del verano, y mucho menos a
la hora tan intempestiva en que lo hacía, confiesa que le encanta
esta estación, entre otras cosas porque cuelga los libros durante
una temporada y así tiene más tiempo para ella. Bronceadísima y
bella, Natalia es más partidaria de la playa que de la piscina; se
baña y se solea de día y se diverte de noche, y por mucho que lo
intente no pasa desapercibida allá por donde va. Sigue soltera y
sin compromiso; le gustan los chicos normalitos, ni delgados ni
musculosos, y en la playa más con bañador de pierna y ancho, que
los estrechos que marcan paquete.
Pedro Prieto
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