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Durante 25 años se han dedicado a iniciar a los niños en la enseñanza, siempre desde el mismo lugar: el Jardín de la Infancia de Bendinat, a escasos metros del hotel del mismo nombre, un lugar que poco a poco se ha visto rodeado de casas y chalés, pero que no ha impedido que siga en contacto con la naturaleza. Su propietarios y educadores mañana sábado bajan el telón. Cierran el centro. «Ese día tenía que llegar y ha llegado ya -dice Luis Berger, mientras su mujer, Isabel Miró, asiente-. Con gran dolor hemos llegado al final. Por otra parte, hay que saber terminar».

Septuagenario él y sexagenaria ella, tienen más que bien ganado el descanso. Lo malo es que, según nos contaba la madre de uno de los niños que asisten al centro, los padres lo van a sentir. Luis, que es francés, conoció a Isabel en Perú, en la zona más dura de la periferia de Lima. Se vinieron a Mallorca, él dio clases en la Alianza Francesa hasta que decidieron abrir el centro. Experiencia no les faltaba, y el lugar más apropiado no podía ser.

«Comenzamos en 1980, con cuatro niños de edades entre tres y seis años. Al principio la mayoría eran extranjeros, norteamericanos. Eran niños cuyos padres trabajaban en el petróleo, en Argelia, y tenían la casa en esta zona. También venían mallorquines. Lourdes Crespí, que fue la primera niña que pasó por aquí, es hoy licenciada en Bellas Artes. Ver que hoy son gente de bien es para nosotros una gran satisfacción. Desde entonces a hoy -ahora señala hacia los pequeños que están alrededor de la cama elástica-, contándoles a ellos, han pasado por aquí 490 niños. Durante 18 años se quedaban también a almorzar. Luego ya no. Llegaron los niños alemanes y éstos se quedaban menos tiempo».

Pedro Prieto