Su Majestad la reina doña Sofía disfrutó a lo largo de la mañana
de ayer de un tranquilo paseo en galera por el el casco antiguo de
Palma. Su llegada a la Plaza de la Reina, alrededor de las doce del
mediodía, cogió por sorpresa a todos los viandantes y conductores
que circulaban en esos momentos por la zona. Los cocheros que
aguardaban junto a sus carros de caballos se mostraron muy
sorprendidos ante la presencia de Su Majestad, ya que habían sido
avisados tan sólo quince minutos antes. Sabían que alguien
importante iba a llegar, pero no sabían a ciencia cierta de quién
se trataba.
La Reina, acompañada de su hermana la princesa Irene, el doctor
Foucheau y su mujer Tatiana, y un amigo inglés de doña Sofía, se
montaron en una calessa, conducida por el mallorquín Melchor
Riera.
Precedidos por otra calessa con cinco escoltas de la Casa Real,
la Reina y sus acompañantes recorrieron la calle Conquistador,
pasaron delante del edificio del Ajuntament de Palma, la Plaça de
Cort, calle Colón, calle de los Palacios, desde Santa Eulàlia hacia
San Francisco; a continuación giraron por la calle Campana, la
plaza Santa Eulàlia, la calle Montesión hasta el seminario antiguo,
giraron hacia la Catedral y finalmente de vuelta a la calle
Conquistador, recorriendo el barrio judío de Palma como si de unos
turistas más se trataran.
Durante el trayecto la lluvia, que amenazó a lo largo de toda la
mañana, finalmente hizo aparición provocando que fuera la propia
doña Sofía la que colaborase para colocar la capota de la
galera.
A lo largo de los 45 minutos que duró el paseo en calessa, la
Reina se mostró muy interesada por el recorrido y así se lo hizo
saber al cochero, a quien le preguntó por edificios tan
emblemáticos como el Palacio del Marqués de Palmer, el Palacio de
Vivot, la iglesia de Santa Eulàlia y el convento de las monjas de
Montesión. Además, la Reina, a lo largo del recorrido, tal y como
confirmó el cochero, admitió que la galera es el medio más típico y
agradable para pasear por las callejuelas del casco antiguo de la
ciudad. El interés de Su Majestad por este curioso medio de
transporte no es algo nuevo para los cocheros que llevan años en el
oficio. Muchos recuerdan las numerosas ocasiones en las que la
Reina se ha preocupado por el estado de los caballos, y por ello
ayudó a que les instalaran un toldo para evitar el sol en la calle
Antoni Maura.
A pesar de la tenue lluvia que acompañó el recorrido, doña
Sofía, su hermana y los señores Foucheau disfrutaron del paseo ante
las miradas de los viandantes que, perplejos, no podían creerse que
la Reina fuera por un día una turista más. Su Majestad no paró de
saludar a todos aquellos que la reconocían bajo la capota de la
galera. El paseo fue seguido en todo momento por cinco escoltas,
que subidos en la «calessa» que era guiada por el cochero Manuel
Vargas Navarro, no quitaban ojo al coche donde iban montadas la
Reina y su hermana, la princesa Irene.
Tras el paseo, la reina doña Sofía se mostró encantada con el
trato recibido de ambos cocheros y amablemente les dio las gracias
estrechándoles la mano con afecto. Aunque Melchor y Manuel
intentaron, en vano, que la Reina considerase el paseo como un
regalo, los escoltas insistieron en pagar el recorrido con cien
euros para cada trayecto, cuando normalmente la tarifa es de 50
euros.
Virginia Casado
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