Los ciudadanos de Balears, las empresas radicadas en el
Archipiélago y quienes realizan su actividad de manera habitual en
estas Islas no deben sufrir agravios comparativos respecto a
quienes residen y desarrollan sus iniciativas en la Península. Aquí
no llega el AVE, y el avión se ha convertido en una necesidad en
cualquier desplazamiento, sea por motivos de estudios, salud,
negocios o, simplemente, vacaciones.
El anuncio de un tímido incremento del 33 al 38 por ciento en
los descuentos para los residentes, efectuado por el presidente del
Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a punto de concluir sus
vacaciones en Menorca, suena a retraso en la aplicación de medidas
que se han venido prometiendo desde la oposición, pero que se
olvidan cuando se llega al gobierno.
El PSOE debe cumplir sus compromisos electorales con los
ciudadanos de Balears, y el primero consiste en aumentar, sin
demoras, el descuento del 33, no al 38, sino al 50 por ciento.
Pero hay un segundo aspecto tanto o más importante. Nos
referimos a la declaración de obligaciones de servicio público para
los trayectos entre las Islas y la Península, con una especial
atención a Menorca y las Pitiüses. Es al Estado a quien corresponde
fijar y financiar los mecanismos compensatorios que reduzcan los
costes de la insularidad que soportamos quienes vivimos en Balears.
Estos mecanismos deben incluir tanto los descuentos para los
residentes como que se garanticen los trayectos interinsulares y
entre el Archipiélago y la Península. Aun así, de poco servirán los
descuentos si paralelamente se incrementan cada vez más las tarifas
aéreas.
Zapatero, que ha aprendido lo que supone vivir en una isla,
tiene una extraordinaria oportunidad para evidenciar un nuevo
talante. Es el momento de demostrar con hechos y con decisiones que
los residentes en Balears no somos ciudadanos de tercera, sino que
estamos en igualdad de derechos y oportunidades.
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