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Miles de niños de Balears dan por finalizado esta semana el período vacacional de verano, que para sus padres, en muchos casos, supone un rosario de complicaciones a la hora de compaginar la vida laboral con el asueto infantil. Por eso la vuelta al cole tiene muchas lecturas. Para algunos es el adiós a la etapa más feliz y relajada -maestros y alumnos-, mientras que para otros -los padres- significa el anhelado regreso a la rutina de los horarios normalizados, y para todos es la puerta abierta a un montón de retos e ilusiones.

En nuestra Comunitat, como siempre, el peliagudo asunto de la lengua ha vuelto a primera línea de actualidad con la apertura del curso escolar. Las autoridades educativas quieren que nuestros estudiantes obtengan un certificado oficial de catalán al finalizar la educación obligatoria, pero a la vez ponen en marcha un proyecto piloto para que los padres elijan en qué idioma quieren que sus hijos aprendan a leer y escribir, un sistema que no excluye por completo a la lengua descartada, ya que habra dos maestros -uno en castellano y otro en catalán- en la misma aula. Habrá que esperar a que finalice el curso para valorar los resultados de la experiencia, pero, de entrada, pueden ocurrir tres cosas: que ambos idiomas queden reforzados, que los chavales acaben confundidos por la mezcla o que los castellanohablantes se «olviden» de aprender catalán por comodidad. De cualquier forma, es prematuro aventurar un diagnóstico, así que conviene esperar.

Por lo demás, Balears emprende el nuevo curso con normalidad y con el reto siempre presente de integrar a los cientos de nuevos alumnos recién llegados a las Islas en nuestra sociedad. La escuela puede ser un excelente medio para conseguirlo y por ello padres, alumnos y profesores tienen que unir esfuerzos en una causa común: que no se discrimine a nadie.