El paisaje urbano de Palma cuenta con un nuevo elemento natural
vinculado a la presencia constante de agua en sa Riera, procedente
de la planta desalinizadora. Se trata de decenas de gaviotas que,
atraídas por el líquido elemento, deambulan en torno al lecho del
torrente bajo los puentes y en las pequeñas cascadas que forman sus
desniveles, estableciendo con sus graznidos un contrapunto de
acústica marinera al ruido del tránsito rodado.
Una presencia animal que adorna este enclave de la ciudad, muy
cerca del Museu Es Baluard, como si de un bucólico parque se
tratara, pero que es el resultado de una superpoblación que, en
opinión del GOB, altera el equilibrio ecológico en determinadas
áreas naturales.
Las gaviotas son una especie de ave marina que ha renunciado a
su hábitat natural para instalarse en torno a los grandes
vertederos, como es el caso de Son Reus, donde acuden en busca de
desperdicios. Una costumbre que afecta en exclusiva a la especie
Argentea, la más prolífica e invasora.
Para controlar esta situación, antaño se intervenía en las
colonias de cría mediante narcóticos en los huevos, pero la
realidad ha desbordado estas medidas hasta el punto de que hoy día
se procede al expeditivo disparo o la suelta de halcones, hasta el
punto de eliminarse más de diez mil ejemplares.
Las gaviotas son buenas voladoras y destacan por su perfecto
planeo aprovechando las corrientes aéreas que combinan con su
tendencia a flotar en el agua. Los agrestes acantilados de sa
Dragonera, Cabrera o las Illes Malgrats son los lugares que escogen
para nidificar estableciendo una fuerte presión sobre otras
especies autóctonas, como eÀguila Peixetera o eFalcó Marí e incluso
a la vegetación, con su alfombra de excrementos. Inconvenientes que
son la otra cara de la moneda a la bella presencia de estas aves
marinas de alas puntiagudas y robustos picos, instaladas en tierra
por razones oportunistas.
Gabriel Alomar
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