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Xochil fue regalada por su madre cuando apenas tenía dos meses de edad. Desde entonces, y durante 12 años, ha sido atendida por varias mujeres, muchas de las cuales la maltrataron; sobre todo una mujer a la que ella llama «vieja Lola», que acusaba a Xochil de robarle. No tiene apellidos, pero sí muchas marcas en el cuerpo. Elisa es la última mujer que la ha acogido. Pidió ayuda al Hogar Infantil Ciutat de Palma, inaugurado hace dos años en Nicaragua por Ensenyants Solidaris y el Ajuntament de Palma. Ya vive allí y acaba de ser escolarizada por primera vez. El hogar es más que un refugio para las casi cuarenta niñas que ya viven en este centro gestionado por la religiosa mallorquina Esperanza Garau, superiora general de Amistad Misionera en Cristo Obrero (AMICO).

Se sitúa a 40 kilómetros de Managua, en un pueblecito que se llama Diriomo. Al abrir las puertas que lo separan de calles sin asfaltar y de chabolas, un verde jardín recibe a las dos voluntarias de AMICO que viajaron en septiembre al hogar. Es la época de lluvias, el polvo ha dado paso a una vegetación tropical y el color tiñe la extrema pobreza en la que viven los habitantes de Diriomo. Víctimas de abusos, maltratadas, abandonadas o huérfanas. Todas las niñas acogidas en el hogar han sufrido situaciones extremas. Cuatro religiosas de AMICO viven con ellas en el centro y se encargan de un cuidado y atenciones que se completan con el necesario tratamiento de un psicólogo y tres profesores de apoyo. Elisabeth, como todas las niñas, también tiene pesadillas por las noches. Tiene 7 años. Su madre, prostituta, se llevó a todos sus hijos a Costa Rica y el Ministerio de Familia de aquel país le quitó su custodia y los entregó a su hermana, en Nicaragua. Elisabeth recibía palizas brutales y su tía no la alimentaba. Ha sido la última niña en llegar al hogar. Y lo hizo con anemia crónica y los riñones destrozados. Además de acudir al colegio, las niñas continúan su aprendizaje en el hogar. Acaban de estrenar una sencilla aula donde aprenden informática elemental y también han iniciado unos cursos para tejer. «En el futuro nos gustaría construir unos talleres (costura, peluquería...) para ampliar la formación de las niñas, una vez que hayan terminado Secundaria, algo esencial para completar su educación. Ya hemos abierto un dispensario para atender a las niñas y las urgencias del pueblo», añade. Dentro de tres meses volverá un calor tórrido que convierte Diriomo en un desierto lleno de polvo y viento. «Antes de que llegue el calor nos gustaría construir en el hogar un pequeño espacio deportivo cubierto para que las niñas puedan seguir realizando una vida más o menos normal, dentro de las graves complicaciones que sufre cada una de ellas. El coste rondaría los 3.000 euros».

«La más pequeña de las niñas tiene 5 años y la mayor 16. El hogar se abrió gracias a la ayuda de Mallorca y se sigue manteniendo gracias a esta isla que desde el principio nos brindó su ayuda. Todas las niñas tienen una beca escolar, todas están escolarizadas con la ayuda de muchas familias mallorquinas y de la Península. Muchas llegaron sólo con lo puesto y entre todos hemos creado una gran familia. Las niñas saldrán adelante, alejadas del peligro de ser víctimas de abusos o de maltratos», afirma sor Esperanza.