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«El niño superdotado posee un nivel intelectual muy superior al resto, pero por encima de todo continúa siendo un niño». Mercè Martorell y Susana Arroyo son dos psicólogas de Barcelona, especializadas en la detección de niños superdotados y de programas de apoyo. Colaboran con Angela Gómez, presidenta de la Asociación Balear de Superdotados y Altas Capacidades (ABSAC).

Las psicólogas, que siguen la evolución de varios niños en Palma, indican que cuando se detecta que una persona es superdotada, no sólo se produce un cambio en la vida del menor, sino también en su entorno escolar. «A partir de este momento se produce un cambio, tanto desde el colegio como desde la familia. Muchos padres sienten temor ante la reacción social por tener un hijo superdotado». Por todo ello, las psicólogas aconsejan que las familias busquen ayuda y asesoramiento. En primer lugar se aconseja, que a nivel escolar, a los niños superdotados se les realice una adaptación curricular. Es decir, que se modifique los contenidos del curso académico para que el niño se sienta motivado en clase y no se aburra.

Las estadísticas señalan que 2,28% de la población infantil la componen superdotados, pero el problema radica en atender sus necesidades especiales tras la detección. Sin embargo, la detección no es más que un primer paso ya que, a juicio de estas dos expertas, es necesario que el superdotado siga un programa especial de apoyo psicológico y familiar para potenciar su desarrollo y evitar que se desaproveche su capacidad. No se trata de una labor sencilla, porque en estos momentos el 70% de superdotados tiene un expediente académico por debajo de sus posibilidades.

Susana Arroyo y Mercè Martorell coinciden en que lo primero que se detecta, a nivel evolutivo, es la precocidad. Se observa que el menor lleva un ritmo de aprendizaje muy superior al resto de compañeros. Captan y procesan la información con mucha rapidez, y su nivel de creatividad, e incluso de análisis, es muy alto. A nivel de personalidad también son diferentes al resto. «Piensan, sienten y razonan de una forma distinta. En definitiva, se comportan de una forma diferente», señalan. «No se trata de personas raras, sino sólo diferentes ya que, por ejemplo, carecen de habilidades para mantener relaciones sociales». Esta forma de ser ocasiona que muchos de estos niños se sientan rechazados.