Muchas veces se ha puesto de manifiesto el carácter solidario
del pueblo mallorquín. Y ahora estamos ante una situación en la que
vuelve a destacar esa silenciosa generosidad que los mallorquines
siempre demuestran cuando hace falta. Ocho toneladas de ayuda
humanitaria han partido desde Palma hacia Indonesia, acompañadas
por un grupo de intervención formado por bomberos de las Islas, que
pondrán su granito de arena en la normalización de las zonas
afectadas por el maremoto.
Es desde luego el momento idóneo para abrir los brazos a esos
miles y miles de personas que lo han perdido todo en la catástrofe.
Ahora se precisa ayuda urgente y básica y ahí estará el espíritu de
Mallorca para tender puentes de solidaridad y auténtico
humanitarismo.
Pero no olvidemos que gran parte de las regiones destrozadas por
el terremoto marítimo tenían en el turismo su modus vivendi y el
cataclismo lo ha arrasado todo, desde hoteles hasta carreteras,
pasando por playas, puertos y toda clase de infraestructuras. De
ahí que de forma inmediata se haga necesaria nuestra colaboración
para paliar el hambre, la sed, las heridas y el temor a las
epidemias que recorren la zona; que seamos requeridos para
proporcionar techo, abrigo, alimento y salud a los
damnificados.
Sin embargo, nuestra ayuda no debe quedarse en eso. Una vez
superados los peores momentos, dentro de unos meses, quizá de unos
años, todos los lugares hoy conmocionados volverán a la vida y a la
actividad económica. Balears es pionera y experta en el ámbito del
turismo y seguramente ésa puede ser la ayuda más valiosa que
podemos prestarles: una inversión que garantice su futuro económico
y social.
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