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Con una gran serpiente luminosa de más de dos kilómetros que era engullida por el Templo de la Concordia se inició la inauguración del 50 Festival Internacional de Folklore de Agrigento, ciudad siciliana que aprovecha el florecimiento de los primeros almendros para reunir a gente llegada de todo el globo. Polaco, húngaro, filipino y mallorquín, entre otras muchas lenguas, se entremezclaron y unieron en la simbólica ceremonia en la que cada grupo depositaba un puñado de tierra de su lugar de procedencia en el pebetero que arderá durante el festival.

Pasados cinco años desde la última visita de la Escola de Música i Danses de Mallorca a Agrigento, vuelven a sonar las notas del bolero de Santa Maria o la Calistrona por sus calles, donde sus habitantes no dudaron al identificarlos como «i spagnoli», ya que el grupo y el festival poseen una historia que corre paralela, lo cual les hace muy queridos, eso sin contar el hecho que la simple pronunciación de la palabra «Mallorca» les evoca una gran admiración, gratos recuerdos para los que han tenido la oportunidad de visitar nuestra Isla y suspiros entre los desearían poder visitarla.

Hace cinco años, esta escuela viajó a la zona para realizar un homenaje a su fundador, Bartomeu Enseñat. Enseñat dedicó una buena parte de su vida a recopilar todas las costumbres que llegaron a sus manos, ya fuera por vía oral o documental, y fue uno de los principales divulgadores de nuestro folklore, siguiendo unas pautas personales pero profundamente arraigadas en las costumbres de nuestros antepasados. Fue el creador y director de los Dansadors de la Vall d'Or, uno de los grupos de baile más prestigiosos de las Islas. Con él recibió en 1955 el primero de los premios que recogería a lo largo de toda su vida.

Lydia E. Larrey