Los de Help Phi Phi nos han proporcionado una casa. Es de un
nativo y tiene dos plantas. «De momento os podéis quedar ahí -nos
dijo el de Help Phi Phi-, aunque probablemente dentro de unos días
os iréis a vivir a otro lugar». Tras comer algo frente al mar, en
el bar, Palazón y Llabrés se meten en el agua y trabajan durante
una hora en la barca semihundida a unos trescientos metros de la
orilla, que acercan un centenar de metros, dejándola sujeta a otra
para que no deshaga el camino hecho.
Una vez que se hubieron marchado los visitantes que a diario
llegan, nos dedicamos a recorrer las ruinas, en algunos de cuyos
interiores penetramos, a la vez que echamos un vistazo a las
montañas de escombros que emergen por cualquier lugar. Pisando la
arena en nuestro ir y devenir sin un rumbo fijo, encontramos de
todo: zapatillas, preservativos sin usar, tarjetas de crédito,
fotografías de rostros sonrientes ajenos a lo que se les venía
encima, pelotas, muñecas, sombreros, gafas, bañadores, bolsas con
souvenirs, bolsas de picnic resecos y malolientes, etc.
Salvado
En unas casas que han quedado en pie milagrosamente, que
seguramente son las trastiendas de comercios a las que se les ha
caído el techo, conocimos a Dang, seguramente uno de los
propietarios de aquellas tiendas, a quien un familiar suyo, desde
Banda Aceh, había telefoneado avisándole que llegaba la ola. «Cogí
a mi nieto, y nos subimos a aquella terraza -la señala- donde nos
encontramos con mucha gente, seguramente avisada también. Y a poco
llegó la ola. Y fue desastroso». Si el hotel Phi Phi Thai ha
quedado bastante mal parado, algo mejor es el estado de su vecino,
el Phi Phi Cabana, en cuya primera planta se hospedó el matrimonio
Martí, residente en Manacor, que se salvó del desastre por estar
precisamente en ese lugar, a unos diez metros del suelo, dado que
etsunami sólo pudo inundar y destruir la planta de abajo, cosa que
ves, y entiendes que ha sido así, a nada que le echas un vistazo.
¿Que qué ves? Que primera y segunda planta están intactas, mientras
que la planta baja está destrozada de suelo a techo y con algún que
otro tabique en tierra, a través de cuyo boquete se ve el mar, cosa
que comprobamos personalmente tras recorrer gran parte de la
misma.
Se comenta que en pequeñas islas próximas a la Phi Phi mayor,
habitadas algunas de ellas por los gitanos del mar, casi todos
ellos pescadores, ha habido muchas bajas, desde luego más de las
que se dicen, y que otros, que habitaban otra isla no muy apartada,
vieron cómo la ola anegaba sus pozos, salinizando sus aguas, por lo
cual ahora no tienen nada para saciar la sed, y nadie ha acudido a
solucionarles el problema.
Y siguiendo con los comentarios, se dice que puede que la peor
parte se la llevaran aquellos que en la mañana del 26 habían
navegado hasta la Phi Phi menor, que fue donde se rodó la película
«La Playa». Como es una isla de rocas rectas y verticales, como
paredes, y encima bastante altas y sin otra salida que el mar, que
es por donde entró etsunami, lo más probable es que éste los
aplastara a todos contra el muro», comentó un pescador.
De regreso a nuestro punto de partida, o sea, el bar restaurante
donde al final del día van a parar casi todos los voluntarios y
cooperantes que pernoctan en la isla, a los miembros de Vecinos sin
fronteras les anuncian dos cosas. Que ayer fue rescatado un
cadáver, y que este fin de semana, y durante algunos días de la
próxima, colaborarán con un barco de la Armada tailandesa.
Y... pues que mañana les contaré el resultado final de las
pesquisas que en los ratos libres he ido haciendo acerca del
paradero del ibicenco Manel Vila, desaparecido el pasado 26 de
diciembre cuando descansaba plácidamente en su bungalow, en la
playa de Kaolat, y de pronto llegó la ola. Les adelanto que fue un
trabajo no muy agradable, sobre todo por lo que vi, y que han sido
pesquisas infructuosas, pero que me llevaron a la parte más
horrenda de este viaje.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.