Que más de la mitad de la basura de Mallorca no acabe en la
incineradora, su supuesto destino oficial, no es una buena noticia
ni debería ser motivo de alegría para los responsables de la
gestión de los residuos en Mallorca. Sería una buena noticia si esa
otra mitad que no se quema acabara en los contenedores específicos
de papel, vidrio y envases. Pero tampoco ése es el caso.
A pesar de los esfuerzos realizados por el Consell de Mallorca,
la recogida selectiva de residuos ha entrado en un proceso de
estancamiento, con la excepción de los envases y embalajes, cuyo
porcentaje de recogida aumenta de forma proporcional a la
instalación del contenedor amarillo en la calle. Pero ni siquiera
los esfuerzos del Consell son suficientes para combatir un problema
que está en la esencia de las sociedades más avanzadas: el aumento
imparable de la producción de residuos. Cada vez somos más y cada
vez producimos más residuos, a pesar de las políticas de
sensibilización que promueve la institución que preside Maria
Antònia Munar.
El aumento en la producción de residuos y el estancamiento en la
recogida selectiva hace que, ante la saturación de la incineradora,
al menos un tercio de la basura que producimos acabe en un
vertedero, foco de contaminación y de incendios incontrolados. El
peor sistema de los posibles para eliminar los residuos, según
todos los expertos. Por eso es urgente que las instituciones tomen
medidas valientes que contribuyan a resolver un problema histórico
en Mallorca. Y por eso ha llegado el momento de que, con todos los
respetos ambientales y las máximas condiciones de seguridad, el
Consell tome la decisión de ampliar la planta incineradora, aunque
ello suponga una nueva polémica.
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