Como cada año, a principios de julio, sesenta y cinco niños rusos
vendrán a pasar el verano a Mallorca de la mano de Infants del Món.
Respirarán aire puro, comerán fruta y, lo fundamental, reforzarán
su sistema inmulógico para resistir el duro invierno ruso;
temperaturas de hasta 30 bajo cero que les obligan a permanecer
cerrados a cal canto en los orfanatos del país.
Cerca de la mitad del grupo llegará procedente de Tomsk, después
de tres años de bloqueo. Al fin, Sebastià Roig ha conseguido vencer
el parón al que autoridades rusas habían sometido las salidas de la
ciudad después de que dos familias de Navarra y La Rioja se negarán
a devolver a los niños que habían acogido.
Tomsk, en la Siberia Central, es una ciudad altamente
radioactiva a causa de las frecuentes pruebas nucleares
subterráneas que se han llevado a cabo en la zona. En la actualidad
cuenta con unos 1.000 niños huérfanos y su orfanato paga, más que
ningún otro, la pobreza de la zona: «La primera vez que vi a Sergi,
mi hijo adoptivo, fue en el hospital ya que nació, a causa de la
radiación, con espina bífida y con una malformación que le ligaba
las piernas a la espalda. Después en el orfanato la cosa cambió, no
llevaba ni pañales; un horror. Lógicamente la situación ha mejorado
bastante desde aquella fecha. La administración rusa se sensibiliza
cada vez más» afirmó Roig.
El que fuera director general de Joventut, hoy está dedicado por
completo a su trabajo de editor y a presidir la asociación Infants
del Món. Roig conoció durante su trabajo en la administración los
desastres de Chernobil.
Así empezó junto con UNESCO-Rusia, al amparo de la
'Perestroika', a trabajar en los Urales, en concreto en
Cheliabinsk. La zona cuenta con 2.000 huérfanos.
Hace tres años, Infants del Món ha llegado a Murmansk, la
frontera de la civilización y el Polo. La ciudad tiene 4.000 niños
huérfanos, muchos con graves deficiencias: «El alcoholismo es la
causa más importantes de esta desestructuración familiar. Muchos
niños están tutelados por el Gobierno ruso. Hoy pasan más hambre
los que están en sus casas».
Roig: «Cuando llega el frío, las ventanas se cierran a cal y
canto y nadie las abre ni siquiera para airear el orfanato. Yo me
he acostumbrado, aunque todavía necesito un pañuelo para aguantar
el tipo. Cuando llegan a Mallorca no te puedes imaginar lo que es
para ellos. Conozco uno que se comió nueve plátanos seguidos y,
lógicamente, sufrió una indigestión de aúpa. Alucinan con las
cestas de frutas, la bicicleta, el mar, el sol, la luz... Se
vuelven locos con Mallorca; es la lotería». Teléfono de Infants del
Món: 650 008 344
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