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PEDRO PRIETO

Un acontecimiento de este calado no podía pasar desapercibido para los mallorquines y son muchos los que se han desplazado hasta aquí. Entre ellos vimos ayer a la diputada del PP María Salom, acompañada por Eduardo Zaplana, Àngel Acebes y Luis Herrero. También estuvo allí Alejandro Espinós, que fuera jefe de prensa del PP mallorquín y que colgó los hábitos periodísticos para ordenarse sacerdote, cosa que hará el mes que viene en Roma. Todos ellos fueron convocados a las 8'30 en la Embajada española ante la Santa Sede para acudir a la explanada en autocar y tuvieron el privilegio de sentarse alrededor de la fila 70 en la plaza, debajo de la escalinata, a la derecha. En San Pedro estuvo también Dolors Alemany, responsable del área de promoción socio-cultural de s'Institut d'Afers Socials de Mallorca, además del presidente de s'Institut, Antoni Serra, y Antoni Contestí, director general de Relacions Institucionals del Govern. El grupo de valldemossins desplazados estos días a Roma aprovechó ayer la jornada para realizar un tour turístico y cultural.

Después de una intensísima semana Juan Pablo II descansa en la cripta vaticana y millones de personas, aquí en Roma y en todos los rincones del mundo, sienten que han perdido a un líder espiritual. Ésa es precisamente la idea más recurrente que hemos escuchado estos días, la increíble capacidad que demostró siempre -incluso a la hora de su muerte- Karol Wojtyla para reunir a su alrededor a personas de todas las edades y también de todos los credos. Hemos visto peregrinos musulmanes, judíos... que respetan profundamente su figura. Hay jóvenes, muchísimos, llegados de todos los países, y resulta impresionante ver cómo estos chicos con aspecto de motorista viven estas jornadas con auténtica emoción.

Si en la plaza estuvieron ayer un millón y medio de personas, el resto de la ciudad no quedó ajena al acontecimiento. Todas las calles y plazas de Roma quedaron colapsadas -apenas había tráfico rodado- por la emoción. Televisores y pantallas gigantes informaban a los ciudadanos de cuanto acontecía en el Vaticano y aquí y allá eran visibles en todo momento accesos de emoción. Pese a lo doloroso del episodio que ayer se vivió en la Ciudad Eterna, se respiraba en el ambiente un aire de alegría, que era justamente lo que el Papa quería transmitir a sus fieles. Impresionante resultó también el silencio sobrecogedor de ciertos instantes, a pesar de que en la plaza vaticana se congregaban cientos de miles de personas.