Un acontecimiento de este calado no podía pasar desapercibido para
los mallorquines y son muchos los que se han desplazado hasta aquí.
Entre ellos vimos ayer a la diputada del PP María Salom, acompañada
por Eduardo Zaplana, Àngel Acebes y Luis Herrero. También estuvo
allí Alejandro Espinós, que fuera jefe de prensa del PP mallorquín
y que colgó los hábitos periodísticos para ordenarse sacerdote,
cosa que hará el mes que viene en Roma. Todos ellos fueron
convocados a las 8'30 en la Embajada española ante la Santa Sede
para acudir a la explanada en autocar y tuvieron el privilegio de
sentarse alrededor de la fila 70 en la plaza, debajo de la
escalinata, a la derecha. En San Pedro estuvo también Dolors
Alemany, responsable del área de promoción socio-cultural de
s'Institut d'Afers Socials de Mallorca, además del presidente de
s'Institut, Antoni Serra, y Antoni Contestí, director general de
Relacions Institucionals del Govern. El grupo de valldemossins
desplazados estos días a Roma aprovechó ayer la jornada para
realizar un tour turístico y cultural.
Después de una intensísima semana Juan Pablo II descansa en la
cripta vaticana y millones de personas, aquí en Roma y en todos los
rincones del mundo, sienten que han perdido a un líder espiritual.
Ésa es precisamente la idea más recurrente que hemos escuchado
estos días, la increíble capacidad que demostró siempre -incluso a
la hora de su muerte- Karol Wojtyla para reunir a su alrededor a
personas de todas las edades y también de todos los credos. Hemos
visto peregrinos musulmanes, judíos... que respetan profundamente
su figura. Hay jóvenes, muchísimos, llegados de todos los países, y
resulta impresionante ver cómo estos chicos con aspecto de
motorista viven estas jornadas con auténtica emoción.
Si en la plaza estuvieron ayer un millón y medio de personas, el
resto de la ciudad no quedó ajena al acontecimiento. Todas las
calles y plazas de Roma quedaron colapsadas -apenas había tráfico
rodado- por la emoción. Televisores y pantallas gigantes informaban
a los ciudadanos de cuanto acontecía en el Vaticano y aquí y allá
eran visibles en todo momento accesos de emoción. Pese a lo
doloroso del episodio que ayer se vivió en la Ciudad Eterna, se
respiraba en el ambiente un aire de alegría, que era justamente lo
que el Papa quería transmitir a sus fieles. Impresionante resultó
también el silencio sobrecogedor de ciertos instantes, a pesar de
que en la plaza vaticana se congregaban cientos de miles de
personas.
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