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Aina Mateu, abadesa de la orden de vida consagrada de las Clarisses Caputxines, afirmó que ayer por la mañana nadie trabajó en el convento. «Las siete hermanas de la casa estamos pendientes de la televisión para no perder detalle de los funerales», dijo. Una ceremonia que para Aina Mateu fue también un presagio de canonización: «Antiguamente no había tanto papeleo; se aplicaba la fórmula según la cual la voz del pueblo era la voz de Dios; Vox populi, vox Dei». Aina Mateu destacó asimismo la austeridad y sencillez de la ceremonia, «algo que como franciscana valoro especialmente». En cuanto a la masiva afluencia de peregrinos, señaló: «No lo encuentro extraño; el Papa fue un gran viajero y un gran evagenlizador».

En la casa de las Germanetes dels Pobres, se instaló una pantalla gigante en el salón de actos para que los residentes y las hermanitas pudieran seguir la ceremonia, aunque algunas monjas se curaron en salud y la grabaron en vídeo ya que el trabajo de la casa les impidió seguirla con tranquilidad. La madre superiora de las Germanetes, sor Amelina, destacó también el interés que despertó en los residentes: «A primera hora muchos comenzaron a ver el funeral en el salón de actos, otros eligieron ver la ceremonia desde otros salones de la casa o desde sus habitaciones ya que la mayoría tiene televisión. A todos nos a parecido lo nunca visto, ha desbordado todas las previsiones y límites, sin duda, nos ha emocionado».

La madre superiora de las Escolàpies, sor Amparo afirmó: «Seguimos el funeral del Papa como podemos, bien a través de la televisión, bien a través de la radio». Las madres escolapias celebraron una misa por el Papa en la parroquia Virgen del Carmen con sus alumnos a las 16.00 horas. La priora del convento de Santa Magdalena, Sor Natividad, destacó que estaban grabando la ceremonia ya que durante la mañana tenían muchas cosas que hacer «así la podremos ver todas juntas a las siete y media de la tarde con paz y tranquilidad». La priora destacó que «se sentían muy unidas al resto de cristianos» y añadió que «la afluencia de fieles a Roma ha desbordado a todos, aunque Juan Pablo II se lo merece: recoge lo que sembró; paz, unidad y concordia».