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El obispo de Mallorca, monseñor Jesús Murgui, presidió ayer en la Catedral de Palma la misa exequial por el papa Juan Pablo II, a quien definió como «un hombre universal» y un «ejemplo de fe recia, fiel, valiente, y de perdón». La ceremonia fue concelebrada por más de un centenar de sacerdotes diocesanos y a ella asistieron cerca de 3.500 personas. Los fieles mallorquines fueron llenando escalonadamente a la Seu desde las 19.15 horas, momento en que se abrieron sus puertas, y al filo de las 20.30, hora de inicio del oficio religioso, el aspecto del templo resultaba sobrecogedor. La liturgia fue oficiada tanto en castellano como en catalán, y en algunos momentos, como en la introducción o en el momento de las plegarias, hubo intervenciones en alemán, inglés, francés, polaco e italiano, ésta última a cargo del cónsul italiano, Carlo Montalvo.

El empleo de varios idiomas extranjeros se ha convertido ya en una tradición cuando se celebra una misa de gran relevancia en la Seu, tal como fue la de ayer o como son las que conmemoran la Pascua, «en deferencia a los numerosos turistas que suelen acudir a oír misa», afirmó un representante de la Iglesia de Mallorca. Cantaron en la misa la Coral de la Catedral, Els Vermells de la Seu y la Capella Mallorquina. Durante la celebración se interpretó, entre otras piezas, la composición que Lluís Millet dedicó al Seminario de Mallorca, «Canticum amoris», que es un diálogo entre Cristo resucitado y San Pedro, según el Evangelio de San Juan. Las lecturas corrieron a cargo de Pilar Fiol, misionera de Verbum Dei, y el seminarista Jaume Seguí, mientras que el Evangelio fue leído por el diácono Guillem Vaquer.

En el presbiterio pudo verse a representantes de las otras iglesias cristianas presentes en Mallorca: ortodoxa, anglicana e iglesias luteranas de Suecia, Alemania, Noruega y Finlandia; la Iglesia Evangélica Ejército de Salvación y también de las comunidades hebraica, Baha'i y budista. En su homilía, el obispo de Mallorca recordó al Papa fallecido como «un hombre de compromiso social, creyente en el trabajo y la cultura, escritor y actor, caminando con su pueblo, amigo de los marginados y masacrados de su tiempo». «Juan Pablo II», recordó, «fue testigo en propia persona de tiempos bien difíciles en su patria y en Europa, y aprendió en su propia carne a valorar el pan, el salario, la libertad y la dignidad del ser humano». El obispo reconoció ante todos los presentes estar «todavía conmovido por las imágenes y los sonidos de la misa funeral y el entierro del Papa en Roma», unos momentos que identificó con «la expresión viva de la unidad de la Iglesia y su catolicidad, así como de la unión entre hombres y mujeres de tan diversas procedencias unidos en la plegaria por una Papa verdaderamente universal».