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Los expedicionarios mallorquines siguieron ayer las huellas del Yeti. ¿Existe? Ninguno de los habitantes de la región de Solu-Khumbu -los sherpas- es capaz de negarlo. De este humanoide que habita las leyendas del Himalaya, y que algunos investigadores asocian a alguna forma imprecisa de oso tibetano, se guarda una prueba en el monasterio de Khumjung, donde el grupo pudo ver un trozo de cráneo del Yeti. Después de dos días de aclimatación en Namche Bazar (3.440m.), «Jopela», Oli y «els dos Tolos» se han puesto nuevamente en marcha en dirección hacia Tengboche (3.860 m.), donde pasarán la noche. Mientras tanto, un grupo de 50 yaks y 16 porteadores están ya de camino hacia el campo base del Everest con cerca de media tonelada de material de montaña. El Sagarmatha/Txomolungma está cada vez más cerca, cada uno de ellos lo sabe y eso hace aumentar la tensión, especialmente cuando observaron ayer, desde los alrededores de Khumjung, la pizca de nieve que se levantaba, empujada por vientos de más de cien kilómetros por hora, cerca de los nueve mil metros, por encima del techo del mundo.

El estado de ánimo del grupo es bueno. José María Alvarez «Jopela» ya no se lamenta tanto de su dolor de espalda. Conjuntamente, todos ellos se están aclimatando bastante bien a la altura y el ánimo y la convivencia están siendo fáciles. Mientras tanto, las conversaciones diarias oscilan entre los recuerdos familiares, la hora ideal para atacar la cima del Everest o la eficacia del modelo judicial, del cual Tolo Quetglas sabe mucho. Tal vez por eso, las discursiones cogen más fuerza cuando «Jopela» y «Oli» confrontan sus visiones sobre aquello que es justo o, incluso, sobre la trascendencia del ser humano, momento en el que Tolo hace de juez. A pesar de eso, las relaciones del grupo son excelentes y el objetivo de llevar Mallorca arriba de todo los acaba de unir a todos, incluso en los momentos de mayor tensión. Las polémicas negociaciones con los sherpas o los problemas en el traslado del material de Katmandú a Lukla son ya recuerdos lejanos, mientras que las impresiones más recientes giran en torno de Khumjung y el cráneo del Yeti, además de Calleja.

Aunque su apellido hace sospechar de cualquier historia que pueda contarte, Jesús Calleja es una persona íntegra, entrañable y comunicativa, todo un señor de la montaña con el cual los expedicionarios mallorquines han tenido oportunidad de compartir momentos excepcionales. Este escalador leonés, de 40 años, se pasa más tiempo en el Nepal que en su casa. Gran conocedor de la cultura del país, Calleja es el guía ideal para «dejarse perder» por este mundo, en los pies del Himalaya. Ahora, sin embargo, ha decidido emprender la aventura en solitario de alcanzar la cumbre del Everest. Su presencia hará imposible que, a partir de ahora, su figura y su nombre no entren a formar parte de estas crónicas. Jesús Calleja esconde muchos secretos, pero ninguno de ellos es un cuento. Poco a poco los desvelaremos todos.

Joan Carles Palos