Acaban de hacerse públicos los datos del crecimiento económico
registrado en Balears a lo largo del pasado año y lo cierto es que
el optimismo no está plenamente justificado. Un 1'5 por ciento es
crecer poco, máxime si lo comparamos con el 2'7 que experimentó
España en su conjunto. Cuando ya se ha liquidado casi la mitad de
la legislatura del Govern del Partido Popular, los planes del
equipo de Jaume Matas para reactivar la economía no parecen dar
haber todavía los resultados deseables, aunque hay dos datos a
tener a cuenta: la construcción ha retomado ya un buen ritmo y la
temporada turistica se presenta con buenos augurios.
Entre otros aspectos el informe destaca el elevado crecimiento
del Producto Interior Bruto del sector primario, lo que significa
que nuestra agricultura y nuestra pesca no están, como se decía, en
la antesala de la muerte, sino que albergan la esperanza de una
recuperación de cara al futuro.
Una vez finalizadas las grandes obras públicas actualmente en
ejecución, cabe esperar que el sector de la construcción deje de
ser una locomotora de la economía balear. La gran apuesta no puede
ser otra que el turismo. Llenar las Islas de cemento no es la
solución a la desaceleración económica porque el paisaje, la
tranquilidad y el espíritu profundamente mediterráneo es lo que
verdaderamente nos da de comer, pues todo ello conforma la imagen
que los turistas vienen a buscar aquí.
Sabemos que diversificar las fuentes de enriquecimiento en el
Archipiélago es poco menos que utópico, pero nuestros dirigentes
están en la obligación de intentarlo, dinamizando el sector
industrial -industrias limpias, tecnológicas, creativas...- y,
desde luego, protegiendo el campo y el mar.
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