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A casi dos años de su entrada en funcionamiento, el llamado Parc de Tecnologies Ambientals, a la incineradora de Son Reus, es una suerte de parque temático, visitado por básicamente por estudiantes y grupos de tercera edad (el pasado año lo visitaron 24.000 personas) y en donde nadie parece agobiarse y la sensación es de que se trabaja a medio gas. La que fuera consellera de Medi Ambient en la época del Govern del Pacte, la verde Margalida Rosselló, y la portavoz de EU en el Consell de Mallorca, Marilena Tugores, visitaron ayer el centro. Acompañadas de algunos medios de comunicación, y guiadas por un responsable de Tirme, Juan Vidal, subieron al tren elevado que enlaza algunas de las instalaciones que complementan a la incineración (planta de selección de envases, planta de metanización y de compostaje) y llegaron a una conclusión: que está infrautilizado. Lo que explicaron Rosselló (que firmó un convenio con Munar para desarrollar el proyecto cuando, la primera era consellera) y Tugores es que, mientras la incineración no da abasto (ya está en proyecto habilitar dos hornos nuevos), el Consell mantiene «al ralentí» el resto de opciones.

«Estas instalaciones se han convertido en un lugar cuya única finalidad es pasear con un tren a grupos que deseen ver su funcionamiento, pero si el Consell lo utilizara para fomentar el reciclaje se lograría reducir el número de toneladas de residuos que pasan por la incineradora de Son Reus, por lo que las tasas de incineración que pagan los ciudadanos se verían reducidas», comentó Rosselló. Els coste del Parc de Tecnologías Ambientals fue de 84,1 millones de euros. Los responsables de Tirme y las representantes de EU-EV coinciden en un punto: que la capacidad de tratamiento de las instalaciones es mucho mayor. Pero ahí acaban las coincidencias. Rosselló alude una «clara voluntad política de ir incinerando porque sale más barato». Por ejemplo, la planta de selección de envases podría procesar 17.000 toneladas al año. No llega a 4.000. No hay plástico ni envases acumulados. Todo es excesivamente «limpio».

La actividad es menor en la planta de metanización, que convierte en gas metano la basura orgánica. Los paneles del centro y los vídeos promocionales señalan que puede transformar hasta 94.000 toneladas. La cifra queda muy lejos de la realidad. Se invirtieron cerca de 6.000 millones de pesetas de la época. Como sólo un ayuntamiento hace recogida de basura orgánica (el de Puigpunyent), la produción es «pequeña», según Tirme y «cero» según Rosselló. «Es que los ayuntamientos no hacen recogida orgánica», explica desde el tren Juan Vidal. «Si no la hacen, que el Consell la potencie», responde Rosselló. «Es que el Consell no puede obligarles», defiende el primero. «Claro que pueden, si yo era consellera de Medi Ambient cuando se aprobó el plan», insiste Rosselló. «No vamos a discutir», dice sonriendo Vidal. «No no vamos a discutir», responde Rosselló. Y así, el tren continúa su recorrido. Y deja la planta de compostaje, con capacidad para 117.000 toneladas. Tampoco superó las cuatro mil. El tren no llega a la zona de incineración -300.000 toneladas, año- ni al vertedero, donde se deposita lo que no se puede quemar. Pero el vuelo de las gaviotas deja constancia de que, allí, la actividad es mucho más frenética.