Poco a poco los niños, con la ayuda de los mayores, supieron dar forma a la pasta, con la que llegaron a hacer pequeñas ensaimadas. Foto: CLICK

TW
0

La experiencia ha valido la pena. Al menos, a través de ella se ha puesto de manifiesto que niños de Educación Especial pueden, dentro de sus posibilidades, hacer ensaimadas. Por supuesto, pueden siempre y cuando sean dirigidos, y en según qué momentos ayudados. Y mucho más si se cuenta con un repostero de la talla de en Miquel d'es Forn de sa Pelleteria, hombre sabio, bueno y poseedor de una paciencia que ni el santo Job. La idea parte de Semilla, de la Conselleria d'Agricultura i Pesca. Ya la ha puesto en práctica con chavales de sexto curso y ha funcionado. ¿Por qué no probar con niños de Educación Especial? Y así lo han hecho. Los niños son de Aspace, el laboratorio es la trastienda del Forn de sa Pelleteria de Palma, y el maestro, en Miquel.

«Yo me he limitado a hacer la pasta de ensaimada, explicándoles que para ello se precisa, como ingredientes, manteca, azúcar, aceite, harina y agua. Lo demás es cuestión de ellos», señala el pastelero. Pues bien, la cuestión es que ellos, dirigidos por Miquel y sus monitoras, no lo hicieron mal. Primero, amasaron la masa, «pues es bueno que la toquen, que sepan cómo es». Luego, ayudándose del rodillo, la aplanaron; a continuación, la enrollaron formando una gruesa y más o menos larga tira; y por último, colocándola en forma de espiral, hicieron la ensaimada. Porque mal que bien, bien que mal, aquello era un ensaimada, magnífica por cierto y más siendo la primera vez que la hacían.

Lo dicho, el experimento funcionó. Como recuerdo de esta experiencia, cada uno se llevó una ensaimada a casa. Como no podía ser de otro modo. Lástima que no se conserve para tenerla de recuerdo.

Pedro Prieto