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Joan Carles Palos (Everest)
Parece que el campo base del Everest (5.360 m.) se empieza a rehacer después de un puñado de días de una dramática intensidad casi inimaginable. Algunos de los síntomas de que la normalidad vuelve a «la ciudad de nylon» es que los seis heridos del alud del miércoles pasado en el campo I (6.060 m.) se recuperan favorablemente, aunque hoy mismo serán evacuados a diversos hospitales de Katmandú para su total recuperación.

Mientras, Tolo Quetglas tendrá en tres o cuatro días un par de botas nuevas para hacer cumbre, después de haber perdido las suyas por el alud, que con seis metros de hielo y roca cubrió todas las tiendas del Campo I, ubicado al comienzo del Valle del Silencio. Así, el escalador podrá sumarse al resto del grupo -Oli y Tolo Calafat-, que se encuentra actualmente completando su proceso de aclimatación entre los campos II (6.400 m.) y III (7.200 m.) antes de iniciar a finales de mayo el ataque final al Everest (8.848 m.) a través de la delicada pared del Lhotse, el ventoso Cuello Sur y el vertiginoso Peldaño Hillary.

La mayoría de los afectados sufre golpes de diversa consideración y fracturas que requieren de una atención médica especial. Además, por lo que nos comentan los sherpas que intervinieron en el rescate, «tienen el miedo metido dentro del cuerpo después de haber salvado la piel de milagro». El más grave es un escalador polaco que tiene la cara destrozada. A su delicado estado de salud se añade que no disponía del permiso de ascensión al Everest, hecho que puede suponerle una multa de 20.000 dólares.