Siempre que la meteorología lo permita, Oli y Tolo Calafat
tienen previsto hoy por la mañana salir del campo II (6.450 m.) en
dirección hacia la pared del Lhotse, superar las banderas amarillas
y llegar lo más cerca posible del Cuello Sur (8.050 m.). A
continuación, los dos escaladores podrían bajar a dormir al campo
III (7.250 m.). Por su parte, Tolo Quetglas es probable que
aproveche para bajar al campo base después de haber cubierto la
misma ruta que sus compañeros con un día de antelación.
Después de días de indecisión, nervios y mal tiempo, la
expedición reinicia el asedio hacia la gran montaña. Con paciencia,
modestia y mucho juicio, los escaladores han de saber esperar el
momento para prepararse y completar el segundo ciclo de
aclimatación antes del ataque final. Las fechas para conquistar la
cima podrían oscilar entre el 20 y el 25 de mayo. Los sherpas
dejaron montado ayer el campo III y, y cuando el viento disminuya
en las partes más altas de la montaña, empezarán a preparar el
campo IV, el último antes de hacer cumbre. El gran problema que se
plantea por ahora son las bajas temperaturas, de entre 24 y 36
grados bajo cero, que se registran en la cima del Everest, a cerca
de 9.000 metros.
Entre las gélidas temperaturas y los fuertes vientos (70 km/h)
que se han registrado por encima de los 7.000 metros, el riesgo de
congelación se incrementa notablemente y, según las informaciones
que nos llegan, los dos últimos días cinco sherpas han sufrido las
consecuencias. A uno de ellos es probable que tengan que amputarle
la mitad de los dedos de una mano. Por eso conviene extremar
precauciones. Ahora sólo falta esperar la llamada ventana, días en
los que las condiciones meteorológicas son las más óptimas para
lograr el ansiado sueño. Oli y los dos Tolos tendrán al menos una
semana para descansar y prepararse para el último acto de esta gran
aventura. Será a partir del día 18, fecha prevista por la mayoría
de expediciones. A pesar de eso, saber esperar es el secreto para
conquistar la montaña más alta de la Tierra. Unas 300 personas,
entre sherpas y escaladores, no levantan los ojos del cielo a la
espera del momento idóneo. Pero no todos llegarán.
Joan Carles Palos
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