Balears ha sido durante estos cinco días el ombligo de España, una
comunidad absolutamente privilegiada gracias a la combinación de
varias factores diversos.
Posiblemente la coincidencia de los dos primeros factores -la
visita oficial y el embarazo- han favorecido el caluroso
recibimiento que los ciudadanos de las Islas han dispensado a los
Príncipes. En una comunidad poco dada a la demostración popular,
las visitas han sido un éxito. El máximo exponente del calor
popular se vivió en Ciutadella, donde miles de personas se lanzaron
a la calle para saludar a los Príncipes.
El primero y más institucional: los ciudadanos de las Islas han
sido los primeros en recibir una visita oficial de los príncipes de
Asturias tras su matrimonio.
El segundo, de carácter más social: los habitantes de las Islas
han sido también los primeros en poder felicitar al heredero de la
Corona y a su esposa por su anunciada maternidad.
Y el tercero: la Comunitat se ha convertido en un laboratorio de
pruebas sobre la fortaleza de la Monarquía frente al
«juancarlismo». Si la visita se hubiera planteado como un
experimento, el resultado habría sido todo un éxito. Balears ha
visto el nacimiento del «felipismo monárquico» como añadido y
continuación del «juancarlismo» unipersonal.
Es cierto que el recorrido a pie por las calles del municipio
favoreció la presencia masiva de ciudadanos menorquines, pero
también es cierto que a una hora tan poco agradecida como las 11 de
la mañana de un lunes laborable, dos mil personas se concentraron
en la plaza de Cort para saludar a sus futuros Reyes cuando se
asomaron al balcón del Ajuntament. Los actos celebrados en Inca e
Eivissa con gran asistencia de ciudadanos, también confirmaron que,
más allá del mero componente social, los ciudadanos de las Islas
están con los Príncipes.
No sólo la presencia de ciudadanos sirvió como elemento para
medir el grado de aceptación popular de don Felipe y doña Letizia.
Las muestras de cariño se concretaron además en los innumerables
regalos que los ilustres visitantes recibieron de las personas que
se concentraron en las calles para poder saludarles: patucos,
albarques, espardenyes, sobrasada, pendientes, pañuelos... y hasta
el perro en Eivissa.
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