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Joan Carles Palos (Everest)
El maño Carlos Pauner y el portugués Joao García son dos expertos himalayistas que han sufrido la dureza de las grandes montañas. Ellos, mejor que nadie, saben que el secreto para conquistar los ocho mil metros es «el juego de la paciencia»: saber esperar el momento.
A lo largo de la historia, el Everest ha cobrado un alto peaje a la ambición humana (y al prestigio estatal). Centenares de personas han perdido la vida. Pero incluso en los casos más trágicos, los expedicionarios supieron esperar antes de atacar la cima.

«Un ocho mil es un 40% de cabeza, un 30% de fuerza y otro 30% de estrategia», reconocen Pauner y García. Ambos escaladores saben realmente lo que significa el esfuerzo y el sacrificio en las principales cimas del Himalaya. Así, Joao perdió la nariz y las falanges de los dedos de los pies en el norte del Everest en uno de los actos de más alta solidaridad conocidos en la alta montaña (hechos que han sido descritos en un libro redactado por el propio escalador). Al mismo tiempo Carlos prepara otro en el cual describe el peaje físico y moral que tuvo que pagar por su ambición de alcanzar la cima del Kanchenjunga.

A pesar de sus particulares desgracias, ellos son los maestros del «juego de la paciencia». Lo han demostrado estos días. Después de haber conquistado el campo III, (7.200 m.), Joao espera su momento para hacer cima en el Lhotse (8.516 m.). Igualmente, Carlos acaba de completar su segundo período de aclimatación en el mismo campo de altura antes de subir el Everest (8.848 m.) sin oxígeno por la ruta sur.
Mientras tanto, Oli y Tolo Calafat vuelven a estar en el campo base después de haberse aclimatado en el campo III.