Las palabras más ajustadas a su vida y a su historia que se
pueden encontrar en las hemerotecas son las que escribió Llorenç
Capella en 1997 en la revista «Brisas». Sobre Pascual Martínez, a
quien entrevistó para el número 527 de la revista, escribió
entonces Lorenç Capellá: «Con los sindicatos verticales incapaces
de dar respuesta al paro y unos sindicatos de clase organizándose
en la semitolerancia de la Dictadura, surgieron de forma espontánea
un sinfín de líderes», que luego se afiliaron a UGT o CCOO, pero
Pascual Martínez «prefirió continuar como independiente a fin de
que nadie le enmendara la plana, por lo que un buen día se encontró
sin gente que le siguiera en sus reivindicaciones ni carnet que le
amparara». Pascual Martínez se mantuvo siempre fiel a sus
principios, «los líderes independientes como Pascual Martínez,
tanto cerraban el puño como paraban la mano», e iban por la
solución inmediata de los problemas. Uno de los grandes logros de
Pascual Martínez fue el de dar comida a casi un centenar de
personas en aquellos años difíciles, en un pequeño piso situado en
el número uno de la calle de la Palma, con la ayuda económica del
párroco de la iglesia de Sant Jaume y de Cáritas. Pascual se
encargaba de hacer la compra, cocinar y repartir el rancho, y fue
capaz de compatibilizar esta labor que le ocupaba tantas horas en
el día con las asambleas sindicales que se organizaban entonces en
el edificio de la antigua calle de Matías Montero, actual de
Francesc de Borja Moll.
Este sindicalista luchador estuvo en la cárcel en más de una
ocasión por defender a los demás y corrió delante de los «grises»
en un sinfín de manifestaciones de trabajadores de hosteleria y
construcción en aquellos años 70.
La que fue quizás su mayor proeza en el plano sindical fue la de
encabezar, en enero de 1975, una marcha de obreros en paro sobre
Madrid, que fue dispersada por la Guardia Civil, en la que portaba
una bandera mallorquina. La expedición desde Balears la formaban
veinticinco personas y él fue el alma del grupo.
En los años cincuenta, Pascual Martínez se hacía llamar
«Pascualete» cuando vestía de torero. Aunque apenas se le recuerda,
triunfó en alguna ocasión en el Coliseo Balear. En una tarde del
año 1954, Pascual Martínez alternó con Pepe Gimeno y Luis Francisco
Peláez en la lidia de novillos de Lancha. Aunque no cosechó grandes
éxitos como torero, su pasión por el mundo taurino le acompañó
siempre. Quiso parecerse a Manolete, y algo tenía de él porque como
Manolete, Pascual Martínez también era muy grande y muy delgado.
Eso fue hace más de cincuenta años.
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