La Riviera Maya es en estos momentos la zona del Caribe que
mayor desarrollo turístico está teniendo, con inversiones que
superan de media los 30 millones de euros por complejo, propiciado
en más de un 90 por ciento por empresas radicadas en las Islas, que
han convertido a este enclave vacacional en el de mayor crecimiento
en cuanto a hoteles y oferta de alojamiento, superando en estos
momentos las 110.000 camas, es decir más que toda la oferta de
alojamiento existente en la actualidad en la República Dominicana.
Sin embargo, su privilegiada situación tiene como contrapartida el
encontrarse en el camino de los vientos alisios y, en consecuencia,
dentro de las rutas seguidas por los huracanes que se forman en el
Atlántico norte y el Mar Caribe.
El último de ellos que ha azotado la zona, el «Emily», ha puesto
a prueba todos los sistemas preventivos de las cadenas hoteleras
con capital balear, caso de Sol Meliá, Iberostar, RIU, Oasis, Bahía
Príncipe, Fiesta, Barceló, Viva Hoteles y de algunos complejos de
capital mixto con participación balear, como el Mandarín (Jumbo
Tours). Durante el transcurso y paso del «Emily» por la península
mexicana del Yucatán, que es donde se encuentra la Riviera Maya,
estas cadenas tuvieron que resguardecer y salvaguardar de sus
efectos a más de 20.000 clientes, no contabilizándose en los
complejos vacacionales ningún herido tras su paso. Y ha sido, por
vez primera, el huracán que ha tenido el mayor seguimiento por
Internet desde todos los países y desde la propia Mallorca, puesto
que en las sedes centrales de los grupos turísticos y cadenas se
informó a los directivos de los hoteles cómo evolucionaba el
huracán vía satélite al quedar cortadas las comunicaciones
telefónicas para actuar en consecuencia.
Alto riesgo
Al margen de los daños en la vegetación y estructura de los
complejos, dado que este huracán tenía categoría F-4 en la escala
Zafiro-Simpson de 1 a 5, los directores de los complejos
vacacionales propiedad de empresarios de Balears tuvieron que
aplicar a rajatabla los manuales de procedimientos para actuar en
caso de huracanes y generar el clima de tranquilidad en una
situación de alto riesgo, así como proteger las propias
instalaciones, que en los últimos diez años han supuesto una
inversión global en la zona superior a los 6.000 millones de euros,
estando previstas actuaciones en los próximos cinco años por valor
1.000 millones de euros en la construcción de más hoteles.
Lo que sucedió el pasado 17 de julio en el Yucatán no es que
pillara desprevenidos a las autoridades y hoteleros, pero sí
sorprendió a todos porque no es normal que en pleno julio se
produzcan huracanes con tanta virulencia, ya que generalmente
suelen ser a partir de mediados de septiembre cuanto tienen lugar.
Además, desde el huracán «Gilberto» de finales de los 80, no se
había producido una situación similar. Sin embargo, la experiencia
adquirida en la República Dominicana, que generó la plasmación de
manuales de procedimiento en casos de huracán, ha permitido que el
paso del «Emily» no haya tenido un efecto tan devastador, aunque
algunos complejos han quedado «tocados» o cerrados, como así ha
sucedido en la isla de Cozumel o en la zona de Playa del Carmen, un
auténtico emporio hotelero mallorquín.
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