La organización de un festejo taurino abre todo un abanico de
actividades en las que el elemento humano resulta
imprescindible.
El espectáculo, que se fundamenta en la actuación de la terna de
a pie o a caballo, que es al fin y al cabo lo que el espectador
acude a presenciar, cuenta con varios equipos de trabajo para que
todo salga bien.
Entre ellos están los porteros de puertas de calle, plaza y
accesos, que ultimamente van uniformados y los areneros, como los
más numerosos, siguiéndoles los mozos de arrastre y monosabios.
Fuera del recinto tienen su trabajo matarifes y carniceros a quines
les espera una ardua labor. La pareja de alguacilillos se encarga
de hacer el despeje, entregar los trofeos y velar por el buen
orden, mientras que en el palco se cuenta con expertos
profesionales.
Ya en el callejón están los facultativos prestos a ayudar al
menor contratiempo. Todos ellos hacen posible junto al torilero y
la banda de música que la fiesta cumpla con todos sus elementos.
Los buenos aficionados también forman parte de la misma, y a los de
Palma se suman otros veteranos de distintos pueblos de Mallorca que
no se pierden ningún festejo.
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