Desde hace ya varios años, la fiesta en Porreres no concluye
cuando acaba el Sant Roc porque después de la traca final comienza
lo que se denomina el Sant Roquet, una fiesta cuya protagonista es
una ensaimada gigante que ofrecen los bares sa Fonda, sa Roqueta y
Can Guillem.
A las cuatro y cuarto de la madrugada la banda de música
encabezada por su director, Joan Martorell, va con las autoridades
y seguida por una multitud hacia la iglesia parroquial entonando la
pieza Matinada Porrerenca. Acto seguido el alcalde de Porreres,
Joan Sastre, enciende la traca con un cigarro puro que le prestó en
esta ocasión el ex alcalde de Sineu, Josep Oliver, que participó en
la fiesta. Cuando la traca desemboca en el chupinazo final,
comienza el Sant Roquet.
Acompañados por unos veinte xeremiers la multitud dirige
entonces sus pasos hacia un almacén donde les espera la ensaimada
gigante. La recogen y emprenden el camino de vuelta al grito de
¡Sant Roquet! ¡Sant Roquet!, dan una vuelta de honor en la plaza de
la Vila levantado y bajando la ensaimada y llegan a la avenida
Bisbe Campins donde esperan voluntarios armados con cuchillos para
llevar a cabo el ritual de cortar el dulce. Es el momento del
cénit. Los xeremiers siguen sonando con flabiols y tamborinos. Una
maraña de brazos, risas, saltos y gritos rinde pleitesía a la
ensaimada escasos segundos antes de devorarla.
En pocos minutos, las más de 2.000 personas de todas las edades
y de diferentes municipios de la comarca, dan cuenta de la
ensaimada. De ella sólo queda la plataforma de madera donde fue
transportada con restos de azúcar. Es el fin para la mayoría aunque
para otros, empeñados en que no decaiga y apurar hasta el máximo,
continúa la marcha hasta el amanecer.
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