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La noche transforma a la isla de Eivissa y a todos sus visitantes. Cada uno de ellos se pone sus mejores y más extravagantes galas para conseguir atraer la atención. Àrdua tarea, ya que todo está inventado en la mayor de las Pitiusas en cuanto a originalidad se refiere; pero todavía hay alguna que lo consigue y da en el clavo, aunque eso le cueste las miradas inquietantes y de prejuicio que juzgan su pinta. En nuestro paseo por Dalt Vila encontramos una de estas mujeres atrevidas. Su única vestimenta era un vestido blanco en tela de red combinado con un diminuto tanga. La insinuación cedió el paso a la exhibición del cuerpo humano en su plenitud.

Dalt Vila, el núcleo más antiguo de la población, es un escaparate de modas urbanas. Allí la gente viste como le da la gana sin importarles lo que pensará el prójimo. Es la moda más auténtica, pero también la más exhibicionista. La moda Ad lib sigue teniendo un peso relevante dentro de la isla, aunque hay muchos que optan por copias burdas. El blanco continúa siendo el color predominante en lucha constante con el negro.

Pre fiesta
Antes de adentrarnos en la pre fiesta que acogen las callejuelas de Dalt Vila, hay que buscar un restaurante, preferiblemente en el puerto para gozar de las vistas de la bahía. La pizzeria «El pirata» elabora unas de las pizzas más sabrosas de la isla. Buenas y grandiosas, pero es mejor acabársela toda porque hace falta mucha energía para superar la noche.

Tras la cena, toca compras -sí, por la noche, aunque parezca increíble-, y es que las tiendas están abiertas hasta las 24.00 horas o la 01.00 y los hippies se agolpan en el puerto y en las distintas callejuelas del casco antiguo para ofrecer sus creaciones. La calle Mare de Déu, cuna del ambiente homosexual, es la más transitada.

Sobre las 24.00 horas, comienza la pre fiesta por estas calles. Es sinónimo de libertad, desenfreno, drag queens, vestimentas extravagantes, música dance, gentes variopintas...

Las principales discotecas tienen sus particulares pubs donde captan a los clientes. Las elegidas son El Divino y Amnesia. A la primera llegamos a bordo de un pequeño barco. Empezamos la ronda en la terraza sentadas en uno de los anchos y estilosos sofás desde donde podemos contemplar la mágica luz de Dalt Vila fundida en la oscuridad de la noche. Pero no vale amuermarse con la vista, la marcha nos espera en la pista donde el secreto está en bailar y bailar sin parar, hasta que el cuerpo aguante. Próxima cita, Amnesia. La fiesta «Armada» y «Sundown» harán vibrar esa noche a los miles de marchosos que se dan cita y que aguantan hasta el amanecer para continuar la marcha en los distintos afters hours. Nosotras preferimos ir a dormir para visitar mañana Formentera, un paraíso terrenal.