Las negociaciones para recomponer el pacto de Calvià entre PP y
Unió Mallorquina han demostrado la escasa capacidad del alcalde,
Carlos Delgado, para negociar con su socio de gobierno tras la
dimisión del tránsfuga Joan Thomàs. El PP regional instó hace una
semana a Delgado a que destituyese a Joan Thomàs y que salvase el
pacto con UM. La historia es muy conocida: la junta local
encabezada por Delgado se rebeló. Tras momentos de gran tensión,
con amenazas de expulsión del partido, la situación aparentemente
se encauzó con la dimisión voluntaria de Thomàs.
Sin embargo, la crisis no estaba cerrada. Superado uno de los
escollos de la negociación -el cese del tránsfuga- faltaba ver si
Delgado era capaz de recuperar una alianza que, por cierto, le
llevó a la Alcaldía de Calvià en 2003.
En las filas populares preocupa la actitud de Delgado. Creen que
al alcalde de Calvià le falta «cintura política» para alcanzar
acuerdos, y existe el temor a que el pacto con UM no pueda
salvarse. El problema sigue siendo Delgado. Sus formas como
dirigente político son preocupantes y sus manifestaciones,
desafortunadas y en total falta de sintonía con los máximos
responsables del PP balear. Sus instrucciones han sido muy claras:
se deben consensuar todos los asuntos con UM, de forma que el voto
del tránsfuga carezca de cualquier valor. Cuando no haya acuerdo,
la comisión de seguimiento del pacto debe reunirse y buscar una
solución.
Pero Delgado se niega a aceptar la voluntad de Matas, que ha
repetido su intención de mantener la alianza con Unió Mallorquina
más allá del año 2007. Y para que quede claro su postura, mantiene
al tránsfuga, hoy concejal raso, en el mismo despacho que ocupaba
cuando era teniente de alcalde. Un desplante que sólo cabe
interpretar como otro gesto de desafío a la ejecutiva del PP y a su
presidente, Jaume Matas.
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