Nadie podía imaginar que un país como Francia, emblema de la luz de la cultura, del arte y de la civilización europea, alojara entre sus calles a una masa enardecida de jóvenes violentos capaces de poner en jaque a un Estado que se rige desde hace más de doscientos años por aquello tan esquivo y todavía utópico de «libertad, igualdad, fraternidad». Pues esa realidad, triste, negra, dramática, ya ha estallado. Al más puro estilo pandillero centroamericano o norteamericano -lo peor siempre parece llegarnos con mayor facilidad que la grandeza de otros países- las calles de los suburbios más marginales de la capital francesa se han llenado de gritos, violencia, destrozos y hasta disparos de perdigones en una espiral que, seguramente, no hará más que crecer y extenderse.
Editorial
Francia, la ardiente realidad se impone
10/11/05 0:00
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