Catalina Ferrer, Asunción Blanco y Esperanza Vázquez han vuelto a sonreír después de recibir la mala noticia que les dieron sus médicos. Foto: CLICK

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Es una enfermedad que muchos creemos que nunca nos tocará, sin embargo cualquiera puede ser presa de ella. Se llama cáncer y es terrorífica. Cáncer igual a muerte, pensamos. «No te puedes ni imaginar cómo se te queda el cuerpo cuando de diagnostican cáncer», dicen todos los enfermos que lo padecen. ¿Qué hacer a partir de ese instante? ¿Derrumbarse y dejar que el mal siga su curso normal? ¿Luchar contra él desde el primer momento? ¿De qué modo reacciona la familia? Afortunadamente, en los tiempos actuales la medicina ha abierto una puerta a la esperanza y el cáncer ya no es sinónimo de muerte. Sin embargo, lo seguimos temiendo por lo que es y por lo que conlleva, no sólo a quien lo padece sino también a su entorno.

Ayer a mediodía reunimos a tres mujeres que han padecido cáncer de mama para que nos contasen su historia personal. Catalina Ferrer se separó antes de que le detectaran el tumor y es madre de dos hijos. En 1994 le practicaron una mastectomía y diez años después le extirparon otro bulto. Esperanza Vázquez está separada a raíz de que le detectaran el mal en un pecho, cosa que acaeció en 1994, y se casó de nuevo antes de que le detectaran otro tumor en el otro pecho. Ha sufrido mastectomía bilateral, es decir, de ambos pechos. Tiene tres hijos y cuatro nietos.

Asunción Blanco es viuda y madre de dos hijos. El 23 de octubre de 2004 la sometieron a una cuadretectomia y a un vaciamiento axilar. Trata de rehacer su vida en compañía de otra persona. Catalina Ferrer cuenta que le detectaron el cáncer hace once años. «En una de las revisiones me dicen que hay algo, que siga haciéndome pruebas. Me las hago y un día me dicen que tengo un tumor maligno. Me operan y me quitan un pecho. Creía que me iba a morir; te quedas de piedra, tienes la sensación de que te caes en un hoyo del que no sabes salir. Te preguntas que cuánto tiempo te queda de vida. El doctor me dijo que no me preocupara por eso, que mis posibilidades de vida eran del 40 por ciento y que me divirtiera. Afortunadamente, una hermana se puso en contacto con la Asociación Española contra el Cáncer, a los dos días me visitó la psicóloga y desde ahí comencé mi relación con la asociación». A los diez años -el año pasado- tuvo otro tumor, «no tan duro como el otro, sino más pequeño, que me quitaron. Tuve el correspondiente tratamiento».

Pedro Prieto